423. NUESTROS NOMBRES, de Belladona
Fuimos juntos a la salida del colegio, cada uno con su bici, tu una Bh, cada día un parche, te decía yo, la mía una Orbea, siempre se estropea, me contestaste riendo.
Era un bosque más de los que rodeaban el pueblo, pero aquel día parecía distinto, más verde, más brillante, el sol se filtraba entre los árboles y nosotros jugamos a escondernos, una ardilla curiosa nos observó durante unos segundos, luego siguió a lo suyo. Cansados nos sentamos debajo de un enorme pino, y por unos minutos permanecimos en silencio, de repente te levantaste y te vi buscar algo por el suelo, al momento sonriendo volviste y te pusiste a raspar el tronco del árbol, grabaste nuestros nombres en él, para siempre me dijiste y yo no supe que decir, solo mirarte muy seria. El sol empezaba a ponerse y tuvimos que volver, en el camino de vuelta, fui feliz, quizás como nunca después lo he sido.
Ahora en mi puño cerrado, guardo la punta herrumbrosa con que escribiste nuestros nombres, espero, el sol no tardará en caer.
Era un bosque más de los que rodeaban el pueblo, pero aquel día parecía distinto, más verde, más brillante, el sol se filtraba entre los árboles y nosotros jugamos a escondernos, una ardilla curiosa nos observó durante unos segundos, luego siguió a lo suyo. Cansados nos sentamos debajo de un enorme pino, y por unos minutos permanecimos en silencio, de repente te levantaste y te vi buscar algo por el suelo, al momento sonriendo volviste y te pusiste a raspar el tronco del árbol, grabaste nuestros nombres en él, para siempre me dijiste y yo no supe que decir, solo mirarte muy seria. El sol empezaba a ponerse y tuvimos que volver, en el camino de vuelta, fui feliz, quizás como nunca después lo he sido.
Ahora en mi puño cerrado, guardo la punta herrumbrosa con que escribiste nuestros nombres, espero, el sol no tardará en caer.