43. MIGRAÑA (Edita)
Nada más desayunar, los destellos repentinos del aura auguran un mal día. Mi visión borrosa me impide leer la fecha de caducidad del Hemicraneal. Por si acaso, tomo dos comprimidos. Pocos minutos después, un dolor, tan impertinente como conocido, se instala encima del ojo derecho, antes de que la droga haya tenido tiempo de cumplir con su obligación. Habrá que resignarse y esperar. Apago el televisor, bajo las persianas y me dirijo a la cama, todavía sin hacer, acompañada de una palangana por si las nauseas no remiten.
Aunque las molestias se van haciendo soportables poco a poco, la ración doble de cafeína del medicamento me impide dormir. El futuro inmediato serán largas horas de inmovilidad, penumbra y aburrimiento. Como en las noches de insomnio, procuro ocupar el pensamiento con fantasías, mucho menos maltratadoras que las pesadumbres cotidianas. A veces, la creación literaria me salva. Recuerdo que tengo pendiente buscar ideas para el texto del concurso. Lo intento, pero, igual que en las semanas anteriores, no soy capaz de enfrentarme a la imagen propuesta como inspiración: esa pareja, aparentemente feliz, dormida y arropada por el traqueteo del tren, me trae recuerdos demasiado frescos.
Acerco la jofaina.
Nunca he sufrido en carne propia ese mal, pero por referencias me consta que ha de ser terrible. Desde ahora, a esas referencias añadiré este relato, tan bien descrito que casi pudiéramos decir que contagia. Desconozco si es autobiográfico, pero parece escrito con conocimiento de causa, en medio de una pesadilla paralizante que, pese a todo, no logra detener a la protagonista, cuyo empeño termina por cumplir su objetivo. Poco importa que no parezca haberse dado mucha cuenta.
Un abrazo y suerte, Edita
Me encanta el comentario. Como siempre. Siempre atinas. Cuando sea mayor, quiero comentar como tú. 😀 Muchas gracias.
Me encanta que una imagen tan hermosa, tan apacible, te haya dado pie para contar algo tan pero tan terrible (tuve la misma «sospecha autobiográfica» de Ángel), que yo no he experimentado pero sí he vivido de cerca (tengo una amiga que padece migrañas, y tiene esos mismísimos síntomas). Y la frutilita del postre, qué bien que has colado nuestra realidad enteciana en el relato…
Felicitaciones, EDITA.
Cariños,
Mariángeles
¡Qué bien! Muchas gracias.
Hola, Edita.
Si ha atinado Ángel me temo que conoces bien esos dolores… y ¡me cagüenlaleche!
Te he imaginado frente a tu papel en blanco y te he visto trabando tu historia.
Felicidades y suertísima.
Un abrazo de esos tipo jofaina.
😀 😀 😀 Qué gracia, me cagüenlaleche. Muchas gracias.