43. NATIVOS DIGITALES (José Ángel Gozalo)
Recuerdo como si fuera ayer, el día que estrené mi primera bicicleta. Era de color amarillo chillón con pegatinas negras. Fui muy feliz aquellos inocentes años montado sobre dos ruedas.
Durante los veranos, acompañado de mis inseparables amigos, buscábamos la cuesta más empinada para tirarnos por ella, pedaleábamos incansables hasta el río donde nos bañábamos desafiando la corriente y, al atardecer, nos acercábamos hasta la charca de las afueras del pueblo para cazar ranas.
Las rodillas con heridas que nunca llegaban a cicatrizar, espaladas con la piel quemada de ir sin camiseta, e incluso algún que otro diente partido, eran las insignias que daban fe de nuestras aventuras.
Corríamos libres entre de los trigales amarillos y regresábamos por las noches, tumbándonos al raso para admirar en el oscuro firmamento las lluvias de Perseidas.
Cuando el amarillo chillón perdió su brillo devorado por el sol de verano, le pedí a mi padre que pintara la bicicleta y fue como estrenarla de nuevo.
Hoy, le regalé una bicicleta carísima a mi hijo por su cumpleaños y él, indignado, me espetó que esperaba un teléfono móvil. Después, se marchó a su habitación para jugar online a la consola con sus amigos virtuales, ignorándome.
Es bonito y muy cierto lo q cuenta tu historia como cambia todo .Suerte con tu relato
Un relato evocador de un tiempo pasado que algunos hemos vivido y añoramos. Fue nuestra infancia y era intensa y completa, ahora parece a años-luz de la época presente, dominada por la tecnología, con sus luces y sombras, en la que algo tan natural como jugar al aire libre parece irrealizable. Lo más triste es que los contactos humanos se han vuelto virtuales, porque no hay nada que pueda sustituir la complicidad del hombro con hombro.
Un abrazo y suerte, José Ángel
Qué alegre y triste realidad. Cómo me ha recordado mi infancia (no tan atrevida como la de los chicos 🙂 pero también con dientes rotos) y la de los niños de ahora.
Un abrazooo, José Ángel. Y mucha suerte.
Qué mal lo estamos haciendo cuando las generaciones venideras no saben apreciar un regalo, sea cual sea. Es cierto y triste. Cómo comprendo la ilusión de ese protagonista con su bicicleta. Cuando me regalaron la que todavía uso ahora, fue una de las cosas que más ilusión me hizo. Un abrazo.
Triste realidad, los tiempos modernos exigen otras actividades y es una pena con lo bien que se está con una bicicleta. Un beso.