441. EL BOSQUE DE CRISTAL, de Alameda
Y se aferró con fuerza a las cuerdas del columpio. Las agarró con tanta decisión que nada podría hacerla caer. Hoy no.
Decidió darse el mayor de los impulsos y, así, en medio del sinuoso balanceo, comenzó a soñar despierta…
Imaginó estar en ese columpio de madera, en medio de un bosque cristalino, donde el vidrio esculpía todo cuanto podía existir allí.
Los árboles se erigían a través de sólidos troncos alunados. Las copas, frondosas de frutas, flores y hojas de mil tonalidades verdinas, todas distintas, deslumbraban con el sol repiqueteando en contra de los espejos que las formaban.
Todo era de puro y brillante vidrio. Uno inmaculado y destellante. Transparente como el iris, limpio como el cielo azul que todo lo iluminaba.
Las piedras también eran de cristal…Y los ríos, y las montañas…
Todo como congelado, permanecía en ese perfecto e inmortal cuadro de espejos y cristales. Cristales de cientos de colores. Colores que ni creía que podían existir.
Entonces el balanceo cesó. Su sueño pereció. Respiró hondo y con un eterno suspiro alzó la vista al mismo cielo azul que teñía así el riachuelo. Ese que no podía parecer más que de vidrio, aunque no lo fuera… Ojalá.