46. Gemelas (Josep Maria Arnau)
Después de comer, el cerebro de Erika estalla y se encuentra hablando sola. He de guisar peor o lo arruinaré todo. ¡Está claro!
Erika piensa que la situación ha acabado así porque físicamente eran indistinguibles, tenían los mismos gustos a la hora de vestir, compartían soltería… y muchas otras cosas, aunque no todas. Karen, por su carácter, siempre había sido la niña de los ojos de mamá. Karen era ordenada, Karen era simpática, Karen… Siempre la misma canción. ¡Siempre! En cambio, para las comidas familiares todas las miradas se dirigían a ella. Mira por dónde, Erika hacía el mejor pato a la naranja y unos pasteles fantásticos… ¡Lameculos!
El accidente supuso un giro inesperado, radical. Volvían a casa después de una fiesta de aniversario. Aquella noche, la discusión acabó derrapando en una curva. Conducía Erika y la culpa nunca la abandonó. ¡Siempre los hombres! Por una vez, la había mirado uno bien parecido… y Karen se había entrometido. ¿Alguien tenía que decírselo, no?: “¡Imbécil!”.
Al hospital solo había llegado viva Erika. Cuando despertó del coma, lo primero que vio fue la imagen de su madre riendo y lloriqueando al mismo tiempo.
—¡Karen, has vuelto!, ¡Karen!
A Erika le queda disimular el resto de su vida. A cambio su madre la tratará con la deferencia que siempre tuvo para con su hermana. Suerte, Josep.
Muchas gracias por leer y comentar, Antonio. El mosaico familiar es inagotable. Deuda saldada sin saberlo, gracias a las apariencias.
Un abrazo.
A las y a los gemelos les acompaña un cierto halo de misterio, algo inexplicable y fascinante, acorde con tu original historia. Cómo misteriosa e inexplicable es esa fijación materna en una y no en la otra, tan similares en todo, incluso en las «k» de sus nombres, hasta el punto de no querer concebir siquiera que la fallecida podría ser su favorita.
Un abrazo y suerte, Josep Maria
Muchas gracias por tus comentarios, Ángel. Las preferencias en los afectos dentro de las familias pueden responder a debilidades de quienes las muestran y suelen generar una competencia perversa y damnificados. Pero la vida no pide permiso y, a veces, da un vuelco inesperado a la situación.
Un abrazo.
Supongo que la pobre Erika por sus adentros se preguntará porqué ella no puede mostrarse la que realmente es. Tiene que ser tremendo, tras haber perdido a tu gemela, tener que elegir entre hacerte pasar por tu hermana para verte favorecida por las ventajas de ser la preferida, o ser valiente y renunciar a ello, a riesgo de que su madre no disimule su decepción. Tal vez Erika tenga razón y deba cocinar mal. Así la echarán cada vez más en falta, aunque no puede ser más triste tener que verse abocada a ello. Propuesta muy interesante. Como dice Ángel, el tema de gemelos siempre viene envuelto en misterio, que se agranda en este caso por esa madre que no las quiere por igual. Suerte y un abrazo, Josep María.
Gracias por tu visita y comentarios, Juana María. La vida pone a Erika ante un dilema tremendo. Toma una decisión que en el fondo es contra natura y la vemos sufriendo por lo difícil que es de mantener. Quizás sea una última oportunidad para mostrar su identidad.
Un abrazo.