462. NADIE SABE CÓMO PASÓ, de Bosquejo
Se adentró en el bosque cercano a la casa de sus padres sin permiso. Corrió sin pensarlo atraída por el inquieto ladrido del perro, que salió por la cancela como cuando veía un gato. Eran contadas las veces en las que se veía enfurecido al san bernardo.
La niña corrió tras él sin pensar que papá o mamá podían reñirle por no avisarles, como cada vez que quería jugar fuera. Corría, pero se iba haciendo más difícil perseguir al animal. La espesura del bosque iba poniéndole más obstáculos en forma de gruesas raíces de árbol a cada paso que se adentraba.
Cuando le alcanzó el perro estaba en un claro del bosque que no había visto antes. La gran charca que lo presidía parecía un espejo en el que se reflejaban todas las nubes del cielo. El san bernardo parecía hacer frente a alguien pero no había nadie. Corrió con él pero al llegar, ella también pareció percibir la presencia y subió a un viejo tronco para intentar escuchar mejor. El perro, atemorizado ahora, gemía. Se escuchó un golpe seco al caer al suelo. El perro ahora sí, ignoró la presencia extraña e invisible y correr a pedir ayuda.