47. Estelas en el aire
Primero fueron la bomba H y ese cacharro metálico, el Sputnik. Después vinieron la perra Laika y Yuri Gagarin. Y hoy le han contado lo del Apolo XI del que todos hablaban. Y mientras se pregunta cómo rusos y americanos son capaces de tales maravillas, se seca el sudor de la frente, allí donde el pañuelo no le cubre la cabeza. A continuación, con movimiento rápido y seguro se coloca la hoz en la faja que, por encima del vestido, le cubre los riñones doloridos; y, con las manos ya libres, ata con pericia la gavilla. El calor aprieta, y por un momento desea que hubiese un cacharro metálico que le hiciese el trabajo. Ha sido un pensamiento fugaz, como la sombra que cubre el campo, como esa nave en descenso que chafa sus gavillas, como el ser que sale de su interior y le habla con sonidos guturales; fugaz como el experto movimiento de su hoz que siega la cabeza del visitante. El abundante y aromático flujo verdoso que mana de su tronco riega el campo, cuyo trigo se disputarán los molinos de la comarca por el suave sabor que proporciona al pan candeal.
A finales de los sesenta no creo que esa aguerrida y sufrida campesina haya visto muchas películas de invasiones alienígenas pero, aun así, ha sido expeditiva en su forma de actuar. Más vale prevenir. Además, que es eso de venir a chafarle las gavillas que tanto trabajo le han dado. Original, simpático y muy bueno. Suerte y saludos.
Quién le manda a ese extraterrestre meterse donde no le llaman. No sabemos cuáles serían sus intenciones, pero la civilización a la que pertenece debería estar prevenida de que la especie que domina cierto planeta de la Vía Láctea puede ser de armas tomar. Me pregunto qué habrá hecho después con ese «cacharro metálico» llegado de otro mundo, quizá piense, con razón, que tanta tecnología y avance en nada van a aliviar su dolor de riñones, como tampoco la carrera espacial de rusos y estadounidenses. Al menos, tras el destrozo, su trigo se ha vuelto más selecto. Un relato imaginativo, con una mujer muy práctica y resolutiva como protagonista.
Un abrazo y suerte, Eduardo
Toma! Un movimiento de mano y toda la ciencia ficción a freír espárragos. Sorprendente giro final y reacción de lo más creíble, por otra parte. Genial
Fantasía e imaginación. Y una pequeña dosis de humor aunque sea negro, o verde como el flujo que mana del cuerpo del alienígena, que «mejorará» el riego y por ende el sabor de la hogaza. Entre los rusos y los americanos, esa mujer sudando porque no tiene un cacharro metálico que le ayude. Una mujer rural con dos pares…
Saludos y suerte
Eduardo, bien pot tu imaginacion, ha quedado una historia muy original y bien contada. Suerte y saludos