47. Nublado
El noticiario abrió con Salcedo, nuestro director, caminando esposado entre dos policías. Con el chándal y esa cara parecía otro. Nogales siempre dijo que él sería el primero, y que detrás iríamos los demás. Misma hora para todo el pelotón, añadía riendo. Los flases salpicaban la figura de Salcedo al entrar en el coche, su cabeza empujada por la mano del agente. Imaginé a Nogales viendo la tele entre los suyos, con la satisfacción amarga de haber acertado. Abrí una cerveza y salí al balcón. Observar la inmensidad del firmamento puede hacer que lo mundano pierda trascendencia, que hasta el asunto más grave parezca insignificante. Pero esa noche estaba nublado y tuve que conformarme con la inmediatez de las farolas y las luces de los vehículos. Reconocí a Marina, mi mujer, esperando en el semáforo al otro lado de la calle. Los últimos días se habían llevado la expresividad de su rostro. Nuestro saludo con la mano se vio interferido por la estridencia de una sirena. Era de un furgón policial que se acercaba y que al poco pasó veloz y casi rozándola, para acabar alejándose. Marina se sujetó el sombrero con esa elegancia tan suya y a continuación cruzó.
En tu relato parece cumplirse aquello de cuando las barbas del vecino veas pelar pon las tuyas a remojar. Tu protagonista contempla algo que, antes o después, va a afectarle, relacionado con negocios sucios. Por muy dramático que sea lo que a alguien le sucede, cuando nos es ajeno acabamos por olvidarlo, o cuando lo tenemos cerca, podemos vivir en el espejismo de que a nosotros no nos sucederá lo mismo, pero todo llega si así ha de ser.
La evasión no es posible cuando todo se ha nublado, hay veces en las que el sol ya no vuelve a salir, o no de la misma manera. Los coches de policía y sus sirenas podrían estar ya buscando a quien se cree a salvo todavía, quien dentro de poco va a dejar de ser un mero observador desde un balcón, o a través del televisor de su salón, para convertirse en protagonista de las noticias.
Todo un estudio psicológico y una manera maestra de contar.
Un abrazo y suerte, Enrique
Hola, Ángel. Perfecto tu análisis de la historia, cosa que me alegra mucho porque temía haberme quedado corto explicando. Supongo que todos hemos intentado alguna vez meternos en la piel de esta gente que de repente cobra protagonismo en los telediarios por saltarse las normas. Es lo que he querido hacer al escribir esto, un relato en el que me he limitado a hacer una instantánea de un momento que, como es natural, cada cual de ellos vivirá de manera distinta. Para ello he utilizado también sensaciones de esas que te llegan cuando ves las imágenes en la tele. Sin duda el sol no brillará de igual modo para estos personajes a partir de ahora, su realidad va a experimentar un gran cambio, y ellos lo saben por más que intenten, de momento, capear el temporal lo mejor que pueden.
Muchas gracias, impagable amigo Ángel. Un abrazo.