472. NOCTURNO, de Ocelote
En un claro del bosque los hacheros, reunidos alrededor del fuego, tomaban mate, y esperaban que se asara la carne, para la cena.
Hablaban de fantasmas, de misterios campesinos, de miedos. La oscuridad los cercaba, en la noche sin luna.
El más joven contenía su necesidad de defecar. Esos cuentos le daban miedo y temía salir del círculo de luz. Aguantó todo lo que pudo pero no tuvo más remedio que ir. Hubo sonrisas cómplices entre los otros. Uno de ellos fue tras él, riendo por lo bajo
A los pocos minutos, se oyó una carcajada siniestra, una especie de graznido. Inmediatamente, el jovencito vino corriendo sin aliento, temblando de miedo y con los pantalones bajos aun. El olor era insoportable. Se había hecho encima.
Le contaron la broma. Avergonzado de su cobardía, se quedó cerca de sus compañeros. Aunque lejos de su olfato. El bromista no vino a cenar y no regresó en toda la noche. Pensaron que quizá se había quedado dormido por allí, estaba un poco ebrio.
La primera luz iluminó su cuerpo, salvajemente mutilado, colgado de la rama más alta de un quebracho. Tenía la boca llena de plumas negras.