474. NADIE RESPONDÍA, de Pineda
Estoy acostumbrada a la soledad. Por eso vivo en el bosque. Ella es mi amiga, confidente, hermana y maestra, aunque algunas veces se convierta en la peor madrastra, como aquel día en que se puso tan pesada que necesitaba quitármela de encima aunque fuera por unas horas. Así que descolgué el teléfono y empecé a llamar a mis amigos.
¿Dónde estaba todo el mundo? ¿Era quizás una conspiración de silencio contra mí?
Cuando llegó la noche a la soledad la acompañó el silencio y al silencio la oscuridad. Se fue la luz y un compañero más apareció en escena: el terror.
Allí, en aquella cabaña del bosque rodeada de pinos donde sólo llegaban los pájaros, nada se oía, sólo un silencio oneroso, ni siquiera el rumor del viento.
Poco a poco empecé a oír como una música muy tenue, como un canto que paulatinamente iba subiendo de volumen .Un coro de voces en la noche, maravilloso, sí, pero al mismo tiempo terrorífico. Salí de la cabaña dispuesta a enfrentarme con lo que fuera y me quedé estupefacta: un grupo de unas cien personas cantaba una bellísima canción…y entonces comprendí por qué no me habían contestado mis amigos.
Eran ellos. Todos.