50. Acromatopsia existencial (Aurora Rapún Mombiela)
El oftalmólogo no daba con el diagnóstico, así que me recomendó reposo: que me acostara y cerrara los ojos hasta que fuera volviendo el color.
Hasta hoy.
Me llegan, amortiguados, retazos de rezos y llantos cuando, de pronto, percibo un soplo de verde. Con un esfuerzo titánico, elevo el párpado del ojo izquierdo, apenas un poco. Sé que el tratamiento ha surtido efecto porque reconozco el color crema del satén, el marrón de la cruz sobre mi pecho, el granate de los zapatos con los que me casé. El rojo al descubrir que se cierra la cubierta de caoba y que no soy capaz de mover nada más.


¡¡¡Ahhh, que agobio, Aurora!!! Pensaba que se iba a levantar y a causar un infarto a los asistentes al funeral, pero esa tapa de caoba ha sido más rápida. Carajo, que final más terrible, aunque no se qué es peor, entierro o incineración…
Un abrazo y suerte.
Pues mira, si se hubiera levantado hubiera cambiado mucho el tono del relato, pero ni se me ha pasado por la cabeza. Estoy inmersa en el terror literario últimamente. Muchas gracias por leerme. Un abrazo fuerte.
¡Uala, qué tremendo! Como bien dice Rosalía, muy agobiante. Está claro que no hay que seguir tan al pie de la letra las órdenes del médico, que luego pasa lo que pasa. Has revivido una de mis pesadillas de pequeña: despertar y encontrarte dentro de un ataúd cerrado, así me costaba dormirme por las noches, claro…
Besazos, Aurora.