50. Línea temporal
Dolores se viste con lo primero que encuentra, apura un café frío sin azúcar y sale a la calle. Hoy no escuchó el despertador y, en su propósito por ganar minutos al tiempo, tropieza con un bordillo. Mira un coche que invade la acera unos metros delante de ella. Cualquier otra mañana habría muerto atropellada. Hoy la salvó el retraso. Pierde el autobús por cinco segundos.
Francesco se ha levantado temprano. Mientras desayuna, se mancha la camisa de mermelada. Cierra la puerta y pasea con parsimonia. Ve salir de su coche a un conductor que ha tenido un accidente. Parece que está bien. Llega a su parada.
Se sientan juntos en el autobús. Ella le señala la mancha de la camisa. Se miran. Sonríen. Mantienen una conversación trivial. Bajan. Antes de despedirse, buscan sus auriculares. Los han olvidado. Entran en una tienda. Ella elige unos blancos; él prefiere otros azules. Van a pagar. A Dolores la atiende Rafael. En ese momento, ambos descubren el amor a primera vista. A Francesco le cobra Alba, antigua novia del instituto a la que hace mil años que no ve. Recién divorciada. A punto de retomar una relación que nunca quiso dejar.


Dicen que el tiempo pone todo en su lugar, y que existe un destino. Igual que todo puede cambiar para peor en un instante o incluso terminarse, en un breve momento, cuando menos se espera, también es cierto que la vida abre puertas y ofrece posibilidades. Todo ello aparece en tu historia, con personajes relacionados entre sí, que nos muestra como somos, seres sociales.
Un abrazo y suerte, Pablo
Jejeje, cómo nos has engañado pensando que van a terminar juntos, y al final juntos encuentran pareja pero no la más obvia. Buena historia y buen giro para rematar, Pablo.
Abrazotes.
De como no hay mal que por bien no venga. Los dos acaban apañados por un accidente y un olvido. Muy redondo, todo encaja. Un abrazo, Pablo.
Estupendamente enhebradas esas cuentas de casualidades en el hilo invisible y eterno que es la línea temporal.