51. BLANCO HUESO (José Ángel Gozalo)
Noelia siempre soñó con vestir de blanco el día de su boda. Desde que se convirtió en mujer, su madre siempre le dijo que era el color de la pureza, el cual simbolizaba el hecho de que la novia se había mantenido virgen hasta el matrimonio. Por eso, le hizo prometer que jamás se entregaría a ningún hombre por muy enamorada que estuviera.
Lloró lágrimas secas al recordarla. Seguramente estaría en casa, esperando su regreso inútilmente o quizás, todavía anduviera por las calles buscándola desesperadamente. No era consciente del tiempo transcurrido.
Ahora, el único blanco que vestía su cuerpo era el de la sábana que la cubría de pies a cabeza.
Escuchaba a los médicos, pero no entendía sus palabras. Había leído en su libro de ciencias naturales que el sentido del oído es lo último que se pierde. Dio gracias a Dios por no poder sentir nada cuando distinguió perfectamente el sonido chirriante de la sierra eléctrica cortando hueso.
Su única ingenua esperanza de justicia, eran los restos de piel debajo de sus uñas, arrancada a conciencia al arañarle la cara al monstruo que le arrebató su honra y su vida.
El mismo que medía y pesaba su corazón.
Tremendo y duro. Un bico.
El paso al otro lado es un misterio que nos acompañará siempre. Queremos pensar que hay algo más, que todo no puede terminarse, pero no podemos saberlo, no hay certezas. Tu protagonista sí que ha experimentado esa sensación, en la frontera entre una dimensión y otra. Ya no siente dolor, aunque sí, todavía, un resquemor por su final prematuro y, peor aún, por la sensación de que el salvaje agresor pueda salir impune; el hecho de que sea el mismo que le realiza la autopsia juega, por desgracia, en favor del atacante, una cruda ironía, como el hecho de que preservara tanto su pureza, para verla destruida en manos de un desaprensivo.
La blancura del traje de novia que nunca llegó a usar fue sustituida por una sábana funeraria y el marfil de sus huesos troceados. Un relato con pocas concesiones a la alegría, salvo la dignidad de esa resistencia de la víctima, aunque no fuese efectiva.
Un abrazo y suerte, José Ángel
El muy…. La última frase me ha matado. Y que ella no pueda pegarle un susto, un buen susto, al menos!!!
Puf. Muy bueno
Espeluznante..