51. Déjà vu
Samuel, incapaz de reconocerse en el espejo, se ha convertido en su propio enemigo. Por alguna razón que se le escapa, insulta a su imagen y la culpa de su soledad. Naufragó el día en el que alguien a quien no recuerda se fue con otro, sospecha que con el tipo que no deja de mirarlo desde la ventana que cuelga de la pared del salón. Puede que en un futuro llene los vacíos de su memoria, pero de momento navega por mares tan oscuros como inciertos. En contadas ocasiones la cara de su adversario le es vagamente familiar. Tal vez se trate de uno de los poetas que leía sus obras en la plaza del pueblo, piensa. Él también era poeta. Sus versos erizaban la piel a cualquiera que quisiera escucharle, sin embargo, ahora casi siempre permanece callado. A veces despierta de su ensueño al observar una fotografía de una mujer. Sonríe, pronuncia su nombre y le recita un soneto de amor que dura lo que tarda en verse en el espejo. Tuerce entonces la boca, se maldice a sí mismo, y vuelve a olvidarse.