516. PEÑA CÍGENA, de Taray
Matías interrumpió su tarea para mirar de dónde procedía aquella algarabía de pájaros. Justo enfrente de su huerto, al otro lado del río, se alzaba Peña Cígena, una pequeña aunque escarpada estribación de la Sierra del Martillo. Una mancha de pinos que vestía la umbría trepaba a duras penas por detrás del promontorio a través de una estrecha pendiente libre de escarpes.
Por fin identificó el origen de aquellos graznidos: por encima de la peña, ya muy cerca de él, un milano era importunado por una pareja de pequeñas aves cuya especie no acertaba a identificar. Tal era el afán con que defendían su prole, oculta tras algún risco próximo.
Matías permaneció un buen rato observando el reiterado interés de la rapaz por alcanzar su presa, defraudado una y otra vez por aquellas avecillas. Al fin, el milano desistió y sus contrincantes desaparecieron. Todo volvió a la situación anterior: el rumor del río, el viento entre las ramas, un olor de tierra recién abierta…
Reanudó su trabajo, hundiendo con fuerza la azada en el hoyo y mirando de reojo, con lástima, el cadáver de su último perro.
-¡Pobre! Alguna mañana seré yo el que vuelva a la tierra.