53. El pueblo silencioso
El día que murió Félix, el viejo pescador, su sirena, a la que todos creían muda, comenzó a entonar un canto melancólico y se negó a irse de su hogar. Los hombres parecieron despertarse entonces de un profundo letargo, y al querer responderle con sus voces oxidadas, las mujeres se armaron de uñas y coraje para enganchar las olas que rompían en la playa más cercana y poder arrastrarlas hasta la vivienda del difunto. Por la noche, la marea alta terminó su trabajo mientras ellas amarraban a los maridos con sus cuerpos de mujer tras la llave del dormitorio.
A la mañana siguiente el pueblo volvió a amanecer en calma. Una marca húmeda en la pared, bajo la ventana desde la que a ella se la oía cantar, delataba dónde había llegado el oleaje. Las mujeres dijeron que el mar pudo haber recuperado lo que le pertenecía, pero cada una se aseguró sellando algunas noches más los oídos de su hombre con palabras de novia enamorada que adormecían el eco de aquella voz. Y aunque ellas no tardaron en enmudecer, la rutina se encargó de cercenar los días poco a poco, poco a poco, haciendo olvidar también su silencio.
Félix fue un hombre afortunado, disfrutó de la compañía única de alguien poco común. El temor del resto de mujeres es lógico, temen que sus maridos prefieran lo que ellas no pueden darles, algo diferente a la inevitable mediocridad y rutina a la que todos, ellos y ellas, parecen condenados.
Ese enganchar las olas con las uñas realmente engancha, como toda la historia.
Un abrazo, Rafa. Suerte.
Gracias, Ángel. Lo que tendríamos que tratar es que todos llegásemos a ser Félix, encontrar esa compañóa poco común, como tan bien has señalado.
Otro abrazo para ti.
Me ha gustado mucho Rafa, las olas, la marca que dejan, la complicidad de las mujeres y su hacer.
Felicidades.
Gracias por el comentario, Yolanda. Me alegra que hayas disfrutado el relato.
Un abrazo.
Me gusta el relato por lo bien contado y lo que dice.
Abrazos canarios
Gracias, María. Llegar a que los lectores se interesan por lo que imaginamos siempre es un estímulo.
Un abrazo.