53. Forever Young (Pablo Núñez)
Cuando Susana sale del baño con la fregona, Tomás se levanta a duras penas del sofá y agarra su andador, mientras yo aprieto el paso apoyado en el mío con la esperanza de que el reuma me deje ganar esta vez. Pienso que la casualidad de que su hora y la mía siempre coincidan es, como mínimo, sospechosa; sobre todo por las miradas de reojo que me echa desde que ella entra a realizar la limpieza. Convencido de que lo hace para fastidiarme, avanzo con todas mis fuerzas por los pasillos blancos mal iluminados por tubos fluorescentes. Algunos parpadean débilmente hasta que se apagan, igual que nuestros corazones en este último recodo de la vida. A cámara lenta, me voy acercando a la meta y, aunque me saca media cana, todavía puedo adelantarlo por la izquierda. Justo en el momento del esprint final, Susana ve nuestros andares inciertos, se vuelve, da tres golpecitos a la puerta y dice: «Un, dos, tres, pollito inglés». Nos quedamos quietos entonces olvidando los problemas de próstata, nuestra eterna competición por ser el primero en saludarla, ver de cerca la chispa que desprende su mirada, y nos balanceamos como columpios en nuestros destellos de infancia.
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Esta carrera de cuadrigas con andadores, por parte de unos ancianos capaces de entusiasmarse con una muchacha, es una historia llena de ternura, como la que demuestra la joven, que parece comprenderlo todo y, lejos de enfadarse o sentir algún desdén, responde con cariño a las pretensiones de estos ancianos. Ellos reaccionan entonces como lo que en el fondo son, un par de críos, aunque con un cuerpo que cada vez funciona peor, como esas luces del pasillo, precarias y próximas a fundirse.
Una historia muy simpática, de la que se puede extraer el mensaje, al hilo también del título, de que nunca hay que abandonarse; mientras quede vida puede haber una ilusión, aunque no llegue demasiado lejos. Tampoco hay que olvidar al niño que tenemos dentro.
Un abrazo y suerte, Pablo
Siempre al pie del cañón, querido Ángel, dejando bajo nuestros relatos tus siempre amables y certeras palabras.
Estos dos señores que nunca han salido de la Isla de Nunca Jamás se aferran a esa alma de Peter Pan que tienen y buscan aferrarse a la vida gracias a las cosas sencillas que le rodean y a la humanidad y ternura de los que les rodean.
Muchísimas gracias por tus palabras, querido amigo.
Un abrazo,
Pablo
Hola Pablo:
Una historia muy tierna y sencilla que engancha.
Un abrazo. Suerte.
Muchísimas gracias, Mari Carmen, Me alegra mucho que te haya gustado y sencillez y ternura son dos palabras que me encantan.
Un placer que te hayas pasado por aquí.
Un beso,
Pablo
Ja, ja, ja… divertida y tierna esta historia la de estos dos muchachos por encandilar a Susana.
Vengo de leer y comentar un par de relatos, buenísimos pero muy tristes, y confieso que el tuyo me ha cambiado el semblante.
Un besote grande, Pablo, como siempre un placer leerte.
Un placer es encontrarte por aquí, Rosy. Qué bien que te haya gustado y arrancado una sonrisa. Eso sí que es un premio para mí.
Un besote, y gracias por pasearte por este rinconcito.
Tú eres un tío lleno de luz y forever young, por eso no te cuesta escribir estos relatos tan luminosos y conmovedores, capaces de encontrar la juventud hasta donde no la hay… ¡No es justo! ¡Protesto! Jajaja…
Enhorabuena, amigo y compañero del AATeam… Te desel mucha suerte con él
Jajaja. Me cuesta menos escribir porque aprendo cada día de mi pedazo de equipo y de cada uno de sus integrantes. Y, además, me inspira el adobo, ?.
Abrazo, maestro.
Qué bueno, Pablo. Ese humor tuyo, que te caracteriza, nos lleva a dibujar una sonrisa en nuestra casa al leer tu relato. Te deseo mucha suerte. Besicos.