53. Tiempo de ida y vuelta
Mi padre fabricaba los relojes más feos del mundo. Sin embargo, me empezaron a fascinar el jueves que lo interrumpí mientras metía un cuco en su habitáculo. Le conté, con voz quebrada, que había suspendido matemáticas por estar calculando, en lugar de ecuaciones, las caricias que cabían en el cuello de Sara. Después de retrasar todas las agujas, me aconsejó que repasara lo que me habían preguntado. La mañana siguiente amaneció siendo jueves de nuevo y me pusieron los mismos problemas, acabándose los míos. A partir de entonces, mis notas resultaron brillantes gracias a que rebobinaba las fechas que le pedía. También consiguió, entre otras cosas, que tras el fracaso que tuve con Sara por quedarme sin palabras en nuestra primera cita, llevase aprendidas las adecuadas al repetirla. Consciente de su poder, se imponía ciertas reglas. No trastocar el tiempo por juegos de azar era una de ellas. Lo demostró el día que se opuso a facilitarme otro viaje al pasado para comprar un número de lotería. Tampoco consintió cambiar el ritmo natural de la vida. Lo descubrí anoche cuando sus relojes se pararon a las doce y él se quedó quieto, con los ojos abiertos, mirando su última hora.
Estaría bien tener ese poder sobre el tiempo, navegar por él a nuestro antojo para rectificar según qué situaciones. Pero ¿te imaginas que todos anduviéramos por ahí toqueteando los relojes y yendo de adelante a atrás y de atrás a adelante por todas partes? ¡Menudo caos! Casi prefiero que las cosas se queden como están, aunque la idea es muy atractiva y resulta fenomenal en el micro.
Un abrazo y mucha suerte, Pablo.
Hola, Ana. ¡Qué alegría leerte por aquí también! Muchísimas gracias por tus palabras.
Por alguna razón, puede que por lo que me marcó la lectura de La máquina del tiempo, siempre me ha fascinado lo de poder dar marcha atrás a nuestras vidas, aunque sea en la ficción. Luego vinieron las películas de Regreso al futuro y la trilogía de Félix J. Palma, que comenzó con El mapa del tiempo, y aún me fascina más. He intentado en este relato que ese manejo del tiempo se realice de una forma controlada y ‘casi’ inocente para evitar que se me fuera de las manos, que se produjese ese caos que señalas. y que el único con ese don fuera una persona responsable, con ciertos límites.
Por otra parte no me gusta matar a los protagonistas normalmente, pero en este caso se me vino el final desde el principio, y creo que era el que tocaba. Se me ocurrió que el hijo pudiera retrasar los relojes y mantener con vida al padre, pero lo desestimé por dos cosas, era dar otra vuelta de tuerca y desobedecer las normas establecidas, y es un recurso que usé en un relato que escribí aquí en ENTC con otro tema (una señora que vivía sola con un reloj de pared, al que hasta puse nombre, Joaquín), y que creo que funcionó bien, y no me gusta, si puedo, repetir.
En cuanto a lo que dices de que mejor seguir con el tiempo que nos toca vivir, en parte estoy de acuerdo, hay que evolucionar y disfrutar del presente, pero, también, lo que daría por rebobinar unos años y poder estar de nuevo junto a mis padres media horita, y decirles lo que los quiero. Se lo dije muchas veces a los dos, pero cuando se van, piensas que no fueron las suficientes.
Bueno, vaya rollazo que me he marcado jajaja.
Agradecerte de nuevo que siempre estés ahí apoyándonos, escribiendo verdaderas delicias y, espero, poder conocerte por fin en persona en el próximo ENTCUENTRO.
Un besote fuerte.
Una máquina del tiempo, o algo similar, con la posibilidad de volver atrás, es algo fascinante, lleno de posibilidades, lo hemos visto en novelas y películas, ojalá fuera posible dar marcha atrás al reloj en muchos ocasiones, pero siempre hay un pero, un límite, paralelo a la ética, para no caer en el caos y que el orden del cosmos se desbarate, algo que sabía muy bien este sabio relojero. Si existe algo que no tiene marcha atrás es la muerte, esa última hora de la que nada ni nadie puede librarse, como tan bien has contado.
Un abrazo grande y suerte, Pablo
Amigo Ángel, cuando leo tu comentario y veo que has desmenuzado tan bien lo que quería transmitir al escribir el relato solo me queda dar las gracias por haberte cruzado en mi, nuestro, camino. Es maravilloso y no voy a decir nada más para no estropearlo.
Fue un verdadero placer tenerte aquí en Sevilla con tus Seres humanos, y que pronto nos vayamos a ver otra vez en la otra punta del mapa.
Un abrazo fuerte y mil gracias por todos los comentarios y por ser como eres.
Penita da la muerte del padre que tanto le había ayudado en sus correrías por la vida. A partir de ahí será otra historia muy distinta para el hijo. Una fantasía tierna y bien contada.
Hola, Rosa. Sí que da pena lo del padre. Como he puesto por ahí arriba, no me suele gustar lo de matar a un personaje, pero a veces manda la historia y, cuando tuve la idea, me vino ese final de `La última hora’, y no supe acabarlo mejor. Haces una reflexión muy interesante y que a mí también se me ocurrió. Es lo bueno de los micros, que pasan a ser del lector, y dan pie a que piensen en qué vendrá después. Ya te digo que si hubiera cogido esta historia para un relato más largo, se me ocurrió en algún momento y luego lo deseché, el hijo se hubiera dado cuenta de lo difícil que es vivir teniendo una sola oportunidad de hacer las cosas, y no como estaba acostumbrado, y hubiese acabado o haciéndose relojero, u odiando los relojes. Por uno de esos dos caminos hubiese tirado.
Un besote bien grande y gracias por pasarte por aquí.
Me chiflan las historias de viajes en el tiempo, y la tuya, además, transmite la ternura de un adolescente enamorado y la sabiduría del relojero. Yo, como no soy sabia, sí viajaría al futuro para apuntar la combinación ganadora. Me ha gustado mucho.
Un abrazo y suerte.
Hola, Rosalía. Si te chiflan las historias de viajes en el tiempo, pues ya somos dos. No sé si has leído la trilogía de Félix J. Palma que señalo en la respuesta a Ana, si no lo has hecho, te la recomiendo, sobre todo el primer libro, El mapa del tiempo. A mí me encantó por lo que cuenta y por cómo lo cuenta. Escribe muy bien ese escritor.
En cuanto lo que dices de dar marcha atrás unos días para acertar una buena Primitiva, no es mala idea, jajaja. Con una vez que se haga, y si además tiene un buen bote, no hace falta volver a incumplir las normas.
Un besote, Rosalía, y mil gracias por tu comentario. Feliz de que te haya gustado mi cuento.
¡Me apunto tu recomendación en la lista «montón de libros pendientes»!
Gracias!
Precioso relato y título el tuyo de Tiempo de ida y vuelta, buenísimos comentarios el de todos y mejores reflexiones las tuyas. Ha sido un gustazo leer tu micro y las reacciones.
Nos leemos
Leer tu comentario sí que es un gustazo, Isabel. Es un regalo que te pares a leer, no solo el relato, sino los comentarios y las reflexiones, y que luego me dejes estas palabras tan agradables. Valoro mucho cada uno de los comentarios que me dejáis. Siempre enriquecen el relato y me interesa bastante conocer las diferentes lecturas.
Creo que todos nos preguntamos alguna vez por qué escribimos, y hay múltiples respuestas a esta cuestión. Yo siempre he pensado que escribir es terapéutico. A veces ayuda a liberar algún nubarrón que aprieta más de la cuenta el corazón. Otras, por el mero placer de jugar a contar alguna historia rocambolesca, casi imposible, por diversión. Y otras, ¿qué sé yo?, porque alguna situación que he visto en la calle me inspira una historia que tengo ganas de ampliar e inventar. Pero todo esto tiene un fin, ser leído. Eso es lo que al final busco, y por eso publico relatos en esta esta nuestra casa. De ahí que el que os paréis a leer estas ocurrencias, y además a comentarlas, es un regalo que me llena de alegría. Hasta que un relato no es leído, creo que no está acabado, y vosotros con vuestra lectura sois los que le ponéis el punto final.
Vaya parrafada que te he soltado para decirte lo que me supone tu lectura y tu comentario.
Muchísimas gracias por todo. 😘