53. Trampantojo (Sara Lew)
Caminando al mediodía por el desierto las cosas se ven diferentes. Con la cabeza ardiendo y los pies abrasados lo irreal cobra sentido. El oasis está solo a un paso, como ese agujero en la arena que aparece de improviso y te succiona, transportándote a una cueva de cuya pared surge, como un milagro, agua fresca de una grieta. Bebes, te mojas y bebes, retozas sobre las rocas y disfrutas de aquella maravillosa sensación de encontrarte a resguardo. Ya descansado, comienzas a preguntarte dónde estás, cómo llegaste hasta allí y qué hacías deambulando por aquel páramo abrasador. No hay respuesta para eso, solo el convencimiento de que aquella masa negra que hay al fondo de la gruta ha comenzado a moverse y a medida que se va acercando se disgrega en miles de murciélagos que no parecen vegetarianos. Piensas en que tu suerte está echada pero no, al menos no todavía. En una pequeña localidad al norte de Alemania, cerca de Bremen, cinco chavales de unos trece años están barajando nuevamente las cartas de personajes de su juego de mesa favorito.
Puede que solo seamos marionetas cuyos hilos alguien maneja para divertirse. Mientras, nosotros, crédulos, nos creemos dueños de nuestro destino.
Un relato sobre realidades paralelas, con un protagonista que trata de ser dueño de su vida, pero nunca lo consigue del todo.
Un abrazo y suerte, Sara
¡Me ha encantado, Sara! ¡Mucha suerte! Nunca me he animado a meterme en la pantalla donde mi hijo pasa tantas horas creando mundos, te felicito porque tú sí lo has hecho.
A veces me siento así, pero otras me digo que no, que está solo en mis manos cambiar esto o aquello… En fin, en eso estamos todos. La vida como realidad o trampantojo.
Gracias por comentar, Ángel. Un saludo.
Sí, lo escribí pensando en esos mundos que tan bien saben crear los chicos. En el caso de mi hijo, no tanto a través de pantallas como con los juegos de mesa; se pasaba horas todos los veranos jugando con sus amigos partidas interminables, complejas, llenas de personajes variopintos, a veces inventados por ellos. Ahora, ya adolescentes, no tienen paciencia para ello, una pena.
Gracias, Paz, por comentar. Un saludo.