54. Caelum
Y allí estaban los dos. Uno frente al otro, sentados en aquella mesa envuelta en silencio. Cada uno en su nube, distantes, con la mirada esquiva y el corazón a mil.
Incómoda, ella mira hacia atrás y me busca. Está nerviosa. En su mente da vueltas el discurso ensayado horas antes. No encuentra el valor.
– ¿Amigos?
Él levanta la vista
– Sí.
Nada más. Sin reproches ni reclamos. Sin arrepentimientos ni perdones.
Ante una taza de chocolate caliente las palabras fluyen una tras otra. Se miran, se ven, se encuentran. Vuelven a ser los de antes.
De nuevo, ella se gira y me busca. Esta vez sus ojos infantiles sonríen diciendo: «Tranquila, ya lo arreglé…a mi manera».
Tu relato se lee bien. Me ha dejado una sensación agradable y me ha disparado la imaginación ante el final abierto. ¿Cual habrá sido el motivo de tanta inquietud?.
Suerte y saludos.
María Jesús, me alegra que te haya dejado esa sensación. Más que el motivo,lo importante es la manera de arreglarlo. Simple y sencilla. Tendríamos que aprender de los niños. 🙂
Un saludo
María, me gustó la manera de llevar el relato. Creo entender que han vuelto a la niñez,dejando atrás el problema, si es así resulta muy tierno.
Un abrazo y suerte.
Si, es tierno como a veces los niños resuelven los problema a su manera. A veces somos los adultos los que nos complicamos la vida y se la complicamos a ellos. Tendríamos que recordar que todos tenemos un niño dentro y deberíamos dejarlo salir mas a menudo.
Me alegro que te gustase.
Un abrazo.
Bien está lo que bien acaba. Ojalá en el mundo adulto fuera todo tan sencillo.
Buena historia, Susana.
saludos cordiales.
Gracias Carles.
Si, ojalá no perdiéramos esa capacidad al crecer. Nos ahorraríamos muchos problemas.
Me alegro que te gustase.
Un saludo
Muy de acuerdo con esa visión sencilla (que no simplista) de los pequeños que no dejan de darnos lecciones que los adultos no escuchamos. Me parece un relato muy tierno, de los que te dibujan una sonrisa amable y le quitan un poco de oscuridad al mundo. Mucha suerte 🙂