54. ¿CEGUERA? (Josep Maria Arnau)
Llegan a la cafetería cada uno por su lado. No se besan. Se sientan y él es el primero en hablar.
―No podemos seguir así.
―Lo he pensado mucho. Quiero ofrecerte algo ―le propone ella.
―Adelante ―responde, con los ojos muy abiertos.
―Aquí lo tienes. ―Sonríe y le da un sobre.
Él lo abre. Al ver su contenido, deja el papel sobre la mesa, se levanta y se marcha cabizbajo.
Con lágrimas en los ojos, la microrrelatista recoge la hoja en blanco. Le pone un título interrogativo, la vuelve a introducir en el sobre y lo guarda. Espera inútilmente unos minutos y también se va.
La pareja no funciona. Ella intenta que él, tal vez, sea capaz de escribir y plasmar en historias las vivencias que no son capaces de tener juntos, las palabras que no saben decirse en una convivencia normal. De fructificar la propuesta, sería la suya una curiosa relación, algo les uniría al menos, aunque tampoco de eso son capaces, al menos, una de las partes. El resultado es un microrrelato sin texto, compuesto solo por una interrogación y un blanco vacío por respuesta. El amor es así, fructifica o no. Tan difícil es reflejar la magia como la falta de ella.
Un relato (o microrrelato) de lo más original, de un autor que conoce bien el género, que ha plasmado a través de ese último diálogo y una página casi en blanco la certificación de un desamor.
Tu análisis es muy certero, Ángel. Como siempre. La protagonista hace una oferta que cree irresistible. El único problema es que requiere la participación del receptor. Y este, donde está todo no ve nada. Certifica el desamor y los problemas de comunicación entre dos mundos probablemente incompatibles.
Agradezco y valoro mucho tus comentarios. Ponen en valor el relato y añaden una perspectiva valiosa.
Un abrazo.
Hola, Josep Maria. Nos presentas una escena que, en su aparente «sencillez», hace que se nos encoja el corazón; al ser testigos de algo que parece romperse aun más de lo que lo estaba. Lo «bueno» es que la microrrelatista (como puede que muchos de nosotros) podamos aprovechar esa vivencia para escribir un relato. Y que no sean solo unas lágrimas las que emborronen el papel, sino alguna historia tan sugerente como la tuya. Un abrazo y suerte, Josep Maria.
Gracias por la visita. La microrrelatista debía estar acostumbrada a retar a sus lectores con metáforas, pero con su pareja fracasa. Un problema de comunicación. Quizás ella no eligió la mejor opción o él no se esforzó lo suficiente. Igual se conocían peor de lo que creían. Pero, como muy bien dices, a ella le “sale de dentro” y pone un título interrogativo a la hoja en blanco… igual más adelante madurará un relato. Al fin y al cabo, lo que escribimos lo llevamos dentro de una u otra forma. Y cuando quiere salir, sale.
Valoro mucho tus comentarios, Jesús.
Un abrazo.