545. COMIDA EN LA CASITA, de Sendero
“Hay que afrontarlo de una vez y no asustarse. Estoy perdida”, se repitió a sí misma, en voz alta, para intentar calmarse en medio de ese frondoso bosque donde se había refugiado de los gritos de la hija y del yerno, que discutían por su culpa; vivía con ellos desde que tuvo que enfrentarse al desahucio, y sin ningún sitio donde ir, aceptó el pequeño cuarto que le ofrecieron en su granja, aunque al parecer no había sido buena idea. Cuando huyó de allí, angustiada, se internó de forma imprudente en un bosque cercano, y ahora no sabía cómo regresar.
Buscó entonces una salida y se propuso seguir el sendero que vislumbraba entre la espesura. Incapaz de calcular el tiempo que llevaba caminando le sorprendió un atrayente aroma y se dio cuenta del hambre que tenía. Siguiendo su rastro apareció en un pequeño claro, frente a una casita de cuya chimenea salía un humo espeso y oloroso, y suspiró aliviada por haber encontrado ayuda y posiblemente algo de comida: ¡era capaz de comer cualquier cosa!
En el interior, contemplando cómo se acercaba la mujer, Hansel y Gretel sonrieron cómplices, y empezaron a relamerse.