55. Cartas
Cuando su único hijo tuvo que emigrar, la madre, viuda y analfabeta, le hizo prometer que le contaría cómo era su vida en su nuevo país. Tiempo después recibió emocionada la primera carta. Del sobre salió un torrente de agua salada que parecía no tener fin, con la postdata de la estridente sirena de una fábrica. Así supo que había encontrado lo que buscaba tras un largo viaje por mar.
Le preocupó que en la segunda carta apareciese una melancolía como la que se pegaba a la piel los días sin sol y las tardes de los domingos, pero pronto llegó otra llena de aire primaveral, aroma de flores y la mirada de unos preciosos ojos verdes.
El tañido alegre de las campanas de una iglesia y una lluvia de arroz y pétalos de rosa inundaron su corazón en el siguiente envío, que acabó por desbordarse cuando, meses después, se vio sorprendida por la sonrisa de dos gemelos. Desde entonces, lo que más ilusión le hizo fue recibir ese sabor intangible que le dejaba cada beso de sus nietos.
Ella, sin embargo, solo pudo hacer llegar una carta a su familia. La última. Vacía. Sin nombre. Sin remite. Sin destino.
Qué bonito relato, Rafa, muy poética la manera de recibir las cartas esa madre que no sabe leer. Y cuando todo va tan bien, ese mazazo final… Soberbio.
Besos.
Rafa, precioso, original y muy bien contado tu relato. Suerte y saludos
Esas cartas que tanto transmiten, a veces, incluso, sin necesidad de palabras.
Un relato que es un prodigio de elipsis, sentimientos, síntesis y buen contar.
Un abrazo y suerte, Rafa
Ana María: muchas gracias por tu amable comentario. Me alegro de que te haya gustado.
Un abrazo.
Calamanda: siempre es agradable recibir comentarios como el tuyo. Anima a seguir escribiendo.
Muchas gracias, y un abrazo.
Ángel: qué decir de tus bonitas palabras, que como siempre nos hacen sentir tu cariño hacia nosotros. Y que, como sabrás, es correspondido por todos hacia ti.
Muchas gracias por el comentario, y un abrazo.
Bello relato, Rafa. Cómo duele la distancia, quizás no tanto para el que recompone su vida sino para el que se queda en soledad, para el que nada cambia excepto la ausencia.
Un saludo.
Muchas gracias por tu comentario, Sara. Esperemos que esas cartas hayan podido paliar, aunque sea un poco, la soledad de la madre tras la marcha de su hijo.
Un abrazo.
¡Cuantas cosas dichas en esas cartas sin palabras! Solo posible con la maestría en las letras de mi tocayo.
Suerte y abrazo.
¡Mil gracias por tu comentario, tocayo!
Un abrazo.