56. Batalla desigual (Josep Maria Arnau)
Se fijó en el hombrecillo verde. Junto a él, vio a su hermana y a su sobrino que lo esperaban. Si quería llegar a tiempo, tenía que apresurarse. Empezó a andar. Sus achaques le dificultaban la marcha y el cansancio del largo viaje en tren no ayudaba. Por un momento dudó si volver atrás, pero ya había alcanzado el punto de no retorno. Se apoyó en el bastón y siguió. Estaba enfermo. Quería abrazarles, aunque fuera por última vez. Ellos le miraban sonrientes, eso alimentó su obstinación. Cuando por fin llegó a la otra acera, sonrió aliviado, abrazó al sobrino y se volvió hacia ella. Todo fue muy rápido, ni siquiera lo vio. El patinete eléctrico apareció a traición.
Una historia enigmática y cargada de simbolismo creo que puede tener más de una interpretación. Es fácil que me equivoque, pero a mí me ha parecido ver en tu protagonista el ejemplo de quien se sabe tocado por un final que está a punto de llegarle, esos achaques inducen a pensar en una grave enfermedad,
Perdón, Josep Maria. El ratón de mi ordenador no funciona como debiera, se ha revelado y ha hecho que el comentario se publique sin haberlo concluido. El caso es que (continúo), tu personaje principal desea despedirse de los que parecen ser sus familiares más queridos, aunque sea lo último que haga; la presencia del hombrecillo verde a su lado puede identificarse como un atisbo de esperanza, que resulta vana, pues tras no poca lucha logra su objetivo, que se confirma como postrer deseo, pues es entonces cuando se cumple lo inevitable, lo que estaba escrito, un desenlace que no podía ser otro cuando la batalla era tan desigual como advertía el título. La muerte puede adoptar el aspecto clásico de señora demacrada con guadaña, o el de un muy actual y aún no asimilado patinete eléctrico de los que invaden nuestras ciudades.
Ya me dirás si he acertado en algo o no. En todo caso, se trata de una historia diferente, breve e intensa, podría decirse que también audaz, al salirse de los cánones habituales.
Un abrazo, Josep Maria. Suerte
Aciertas en todo, Ángel. Excepto en la identidad del hombrecillo verde… mi idea era mostrar al personaje, que tú has interpretado tan bien, cruzando un semáforo en verde. El hombrecillo sería el que utiliza el propio semáforo para simbolizar el peatón. Al lado del semáforo le esperan su hermana y su sobrino. Cuando el protagonista está a punto de conseguir su objetivo, llega el último obstáculo (este definitivo) en su batalla desigual… la aparición de un patinete eléctrico que se lo lleva por delante. Como tantas nuevas opciones tecnológicas que, en nuestra sociedad convulsa y caótica, se empiezan a utilizar antes de saber como ajustar los posibles problemas que pueden generar. Ni cruzar con los semáforos en verde puede ser suficiente para sobrevivir en un entorno cada vez más hostil. Omití dar más pistas para potenciar el final.
Muchas gracias por tu lectura y comentarios. Siempre son muy interesantes y enriquecedores.
Un abrazo.
Tu comentario y el de Ángel han desvelado los resortes en que se apoya tu simbólico relato. El anciano, enfermo, libra una batalla desigual contra la hostilidad de nuestra época. Le queda poco tiempo, pero se esfuerza para conseguir el último abrazo de los suyos. La muerte, disfrazada esta vez de patinador, acaba con todos sus afanes.
Un relato muy bien narrado, con final sorprendente. Enhorabuena y un fuerte abrazo.
Muchas gracias por tu visita y comentarios, Carmen. Los que se van haciendo mayores tienen que luchar en una batalla desigual contra su propio envejecimiento y enfermedades. La sociedad actual cambia continuamente y no les tiene muy en cuenta. Con frecuencia quedan marginados o en riesgo. Como el anciano del relato atropellado literalmente por una de las últimas innovaciones, la del patinete eléctrico.
Un fuerte abrazo.