56. LA VIDA SECRETA DE LAS PLANTAS, de Saúco
Buscaron donde guarecerse del chaparrón. Una vetusta inmensa encina, de talante acogedor, les dio amparo. El árbol tenía en su tronco una gran hendidura vertical, del tamaño de una persona. Se sentaron bajo su generosa, tupida copa y sacaron la merienda. Los quesos, el pan, el vino y los higos. Hablaron del paso del tiempo, también de nimiedades.
Descuidaron al chico, por eso tardaron algún tiempo en notar su ausencia. Rastrearon los matorrales vecinos, y el borde de la lagunilla. Se alejaron incluso, pensando que se habría extraviado por otros caminos. La lluvia había cesado, pero las gotas seguían cayendo, porque el bosque rezumaba aún humedades. Llamaban al muchacho y, ayudados por el eco, asustaban con sus gritos a los animales del monte. Unas huellas del desaparecido se perdían a los pies de la encina.
El viejo arbusto siempre había dado cobijo a todo aquel que lo necesitara. El gran boquete del leño era la puerta a otros mundos.
Buena atmósfera, intriga y magia. Felicidades.