59. Muñecas (Paloma Hidalgo)
Resultón, los años y el gimnasio le sientan bien, Ricardo también me reconoce. Aunque es difícil tras mi pelo, algo canoso y corto, las gafas de pasta, y la ropa holgada, me para en medio del parque para saludarme. Va con su mujer, la mejor cliente de alguna clínica de estética con toda seguridad, toda silicona. Yo, con mis hijos, que tatúan con helado de chocolate sus mejillas, y piden permiso para ir a los columpios. Mis interlocutores, sacando un kleenex, acceden a continuar hablando sentados en un barco cercano, en este octavo mes de embarazo se me hinchan mucho los pies. No tarda en decirme, le siguen tintineando los ojos cuando dice la verdad, cuánto me envidia. Han intentado la adopción, que Selene, así se llama la Barbie, no puede tener hijos, pero que tampoco eso ha funcionado. Niños demasiado grandes, demasiado problemáticos, demasiados demasiado. Y que ya han tirado la toalla. No sé si me ve sonreír. Yo, le veo ensimismado mirando cómo se mueve mi barriga. Pensará que esta simple muñeca de trapo que soy podría haberle convertido en padre. Recordará que la dejó cuando empezaron a tensársele las costuras. Y me alegro al verle tan abatido.
Mucho más que resultón es tu relato con esa dualidad de muñecas tan bien narrada. Me gustan mucho esos detalles dejados caer, como el kleenex, que nos sugiere la imposibilidad de que hubiesen encontrado un hijo perfecto (o más bien a la medida de sus deseos), o el uso de la palabra «costuras», tan sonora y que resume el relato de una manera admirable, no sólo por los embarazos que él envidia, sino también por la alusión a la ropa que viste la protagonista y ese contraste entre una mujer con unos kilos de más y la del tipo Barbie.
Un abrazo y suerte.
Rafa, me encanta el comentario, no solo por lo amable que eres conmigo, sino porque te has fijado en los detalles, esos elementos que pretenden contar la intrahistoria de la narración, y que muchas veces pasan desapercibidos. Muchas gracias por leerlo y comentarlo.
Un abrazo.
Paloma, me ha encantado. Ella ha rehecho su vida y es feliz en su maternidad, y él, un tipo superficial, tiene una mujer igual de florero que él, pero no ha conseguido realizar el sueño de ser padre.
Aunque tampoco me extrañara que dejara a la Barbie y buscara otra, más joven a ser posible, para conseguirlo.
Un abrazo y suerte.
Rosalía, gracias por leer y comentar. En efecto, ella, que eligió aceptarse como es tras la ruptura, ha conseguido lo que él, que prefirió cambiarla por una mujer a la que no le importara transformarse para él, no puede tener, salvo que cambie de pareja otra vez, y renuncie a la belleza de su muñeca en favor de las imperfecciones de una simple muñeca de trapo. Y se vuelva a repetir la historia.
Un abrazo.
Igual que este personaje «resultón», pero infeliz, envidia a quien pudo hacerle padre, es lógico el sentimiento de ella, desechada por no ser una Barbie, de alegrarse de esa frustración.
Un relato con pinceladas muy gráficas que dejan claro que no se puede tener todo, y que el culto a la apariencia es superficialidad vacía.
Un abrazo y suerte, Paloma.
Ángel, cada uno tiene las prioridades donde las tiene, y Ricky, prefiere que le envidien por lo que lleva al lado, y ella, por esos niños juguetones que manchan de helado al dar un beso. Y sí, coincido, el culto a la apariencia es una superficialidad vacía, por eso la protagonista, que tiene otra hondura, reconoce la verdad en la mirada de su ex, y él solo puede mirarle la barriga llena de vida.
Muchas gracias, un abrazo
Bueno, hay personas que no saben vivir sin la apariencia, y que se sentirían muy contrariadas aceptando la naturalidad de los cuerpos, sin artificios. Eso no excluye que deseen lo que no tienen, y en este caso, un hijo, nada más y nada menos.
Aquí va muy bien el refrán de “Dios los cria y ellos se juntan”. Una pareja insatisfecha con su destino, frente a una mujer que con complejos o son ellos, mira la vida de frente.
Me ha sorprendido la narración, expresada en forma casi telegráfica. Me ha gustado.
Rosa, gracias por comentar y por leer. La protagonista se alegra porque ahora al que le toca sufrir, es a él. Si una vez fue ella la que lo pasó mal al verse abandonada por la persona amada, ahora esa paternidad que no llega y que le provoca la envidia hacia ella, equilibra el duelo de sufrimientos. Aunque me temo que a ella ya le ha cicatrizado la herida, y a él, se le ha hecho más profunda con este fortuito encuentro. Ya lo dice otro refrán, «Quien siembra vientos, recoge tempestades» Él sembró tanto dolor, que ahora cosecha esa alegría ante su abatimiento.