59. Sin título
De la tinta de mi bolígrafo se han escapado doscientas palabras que veo palpitar con sus letras azules sobre el folio en blanco. Quieren agruparse en frases que les resulten cómodas y me miran tratando de proponerme a mí el reto, así que ahora estoy concentrado en ordenarlas de una manera creativa.
Utilizo las agudas aquí, con rigor además de sensatez, para tratar de resaltar el final de cualquier oración. Las palabras llanas son menos complicadas: muchas caben en un pequeño hueco abierto por los dos puntos que he colocado, casi en el centro del relato, antes de que empezase a escribirlas. Y, por último, la esdrújulas me parecen tan simpáticas que las manejo sin escrúpulos, utilizándolas para introducir palíndromos sosos y fáciles de reconocer, sinónimos académicos (véase «proparoxítonas») o la típica metáfora que describe el acento en sus sílabas como un disparo lanzado por la voz de los lectores.
Al llegar al último párrafo releo lo escrito y pienso que me ha quedado un relato juguetón, sencillo y algo irónico, pero como tenía que usar aún este adverbio y también este otro, al final me van a faltar palabras y tendrá que publicarse así, tal cual está, sin título.
Virtuosismo metaliterario en estado puro.
Con tu firma no necesita título, ni siquiera texto, para destacar. Bravo por mi tocayo.
Enhorabuena y abrazo.
Rafa Olivares: eres llano, como yo, por eso somos tocayos, pero deberías ser esdrújulo, porque eres buenísimo, y no solo dando ánimos.
Un abrazo bien grande y muchísimas gracias por el comentario.