59. TOMA Y DACA (GINETTE GILART)
Cada día, a la misma hora, sobre las doce de la mañana, iban apareciendo uno tras otro, siempre en el mismo lugar, una zona soleada bajo la ventana de la vecina del primero. Esperando a que esta abriera la ventana para echarles comida se entretenían con su ritual de limpieza lamiéndose con parsimonia. A los vecinos no nos molestaban en absoluto, al contrario, nos encantaba verlos como se estiraban al sol; alguno se quedaba quieto, sentado, la mirada fija hacia el primer piso. Cuando por fin llegaba la comida, esta desaparecía en un santiamén y después de un ligero descanso regresaban de donde habían surgido. Solo a Fulgencio le molestaban, se pasaba el día protestando y juraba que algún día haría una fechoría. Aunque no hacíamos caso a sus amenazas, no nos extrañó cuando los gatos desaparecieron. El cobarde de Fulgencio iba pavoneándose por la calle orgulloso de su hazaña.
Pasó un tiempo y no se volvió a ver ningún gato, en su lugar, al atardecer, se han visto unas sombras correr veloz a ras del suelo y enredar alrededor de las basuras.
Hola, Ginette.
Recuerdo tu sonrisa tan atractiva y que no sabía escribir ni tu nombre ni tu apellido, qué desastre.
Un texto que huele a melodía, a muy buena melodía, a musicalidad desencadenada. Los gatos son tan enigmáticos, que, una vez muertos, se convierten en vivas sombras. Unas sombras que deberían atormentar a Fulgencio y clavarle hondo sus garras en… la garganta por lo menos. El sentirse, además, orgulloso de su hazaña, tendría que dar lugar a que esas sombras se convirtieran en las de tigres, igual sucede en ese final abierto y estupendo que has dejado. Muy enhorabuena y un beso muy fuerte.
Hola, Martín. Muchas gracias por tu comentario, me ha gustado lo del texto que huele a melodía (con lo que me gusta la música).
Un beso.
Uf, ¡qué asco de sombras a ras de suelo!
Por cierto, me ha encantado lo bien elegida que está esa imagen, Ginete.
Sin pronunciar el nombre del animal, causa mayor efecto la imagen creada.
Bonito homenaje felino 🙂
Un besazo, guapa.
Ya te digo, asquito dan, pero es lo que sucede si eliminas a su enemigo.
Un besazo de vuelta, guapetona.
Las sombras en el suelo, una imagen sugerente y brillante donde las haya.
Bien por el micro y mi repudio a Fulgencio.
Besito virtual, Ginette.
Muchas gracias por tu comentario, María Jesús.
Un beso volador.
Y a mí que me da miedito pensar en esas sombras fugitivas. No quisiera estar en la piel de Fulgencio, si aún la conserva. Suerte, Ginette. saludos.
Miedito y asquito dan esas «sombras». Muchas gracias por comentar.
Un saludo, Jesús.
«Toma y daca» es sinónimo de equilibrio, la vida debe tenerlo en todos sus órdenes, cuando no es así, las cosas van a peor. El cobarde de Fulgencio ha hecho que unos seres que no hacían daño a nadie desaparezcan en favor de otros mucho más repelentes, roedores peligrosos y transmisores de enfermedades que, sin sus adversarios naturales, se multiplicarán como una verdadera plaga.
Un relato que nos habla de acciones y competencias, del daño que puede hacer a todos la metedura de pata de uno solo.
Un abrazo, Ginette. Suerte
Hola querido Ángel, siempre con comentarios tan cuidados. Gracias.
Un abrazo.
Hubiera apostado que ibas a hacer una apuesta felina y no me equivocaba. Has retratado muy bien el ser y proceder minino. Teoría del equilibrio en buenas letras. Suerte !!
No te preocupes, Juan, enseguida encontrarán el camino a su piso.
Besos.
Pues soy más de perros, pero sí que me gustaba observar los gatos. Muchas gracias por tu comentario.
Un abrazo, Juan Antonio.
En vista de lo visto, de lo leído, quiero decir, no puedo morirme sin preguntarte si te gusta «Michelle» de Gérard Lenorman.
Muy bonita, me recuerda mis años de lycée. Se oía mucho a Lenorman.
Gracias, Martín.
Ginette, desgraciadamente tu historia es real como la vida misma. Bien contada. suerte y saludos. Feliz 2017
Gracias por tu comentario, Calamanda. Un abrazo.
Cuántos Fulgencios, Gina, en todos los barrios hay uno, casualmente son antipáticos, tacaños y no se hablan con nadie, bueno a mí me lo parecen… 😉
Un buen micro denuncia, y que me ha gustado mucho.
Suerte y un besote, preciosa.
Hola, Rosy. Sí, siempre hay algún Fulgencio o alguna Fulgencia protestando por todo. Te agradezco el comentario. Un beso, guapa.
La convivencia de gatos y humanos siempre ha sido una especie de simbiosis: los dos ganan, ninguno pierde. Nunca he entendido a los Fulgencios de este mundo, pero sospecho que no es solo que no les gusten los gatos, es que no les gustan los humanos.
Tu texto es limpio y con ritmo, y esa frase del final con «las sombras corriendo veloz a ras de suelo» da escalofríos.
Suerte y abrazos
Cierras este estupendo relato con una frase que asombra tanto como atemoriza.
Siempre hay un vecino necio que todo le molesta, será que su vida es amarga y desea amargar al resto.
Genial Gina. Un beso grande bonita.