594. PALABRA DE CARPINTERO, de Bosque Negro
He roto mi promesa de no volver. Los árboles me han reconocido. Eso me halaga y me intranquiliza. La luz de la luna decora con destellos de plata el bosque. A cada paso la enramada me palmea la espalda, devuelvo el cumplido sin cortesía. Reconozco el sendero, los aromas a pino y a corteza. Me adentro en la arboleda y cuento setecientos catorce pasos. Ahí estás, dónde te dejé. Llegaste a mí por casualidad, la peor silla que había visto en mi vida, hecha con restos de madera, llena de astillas y con un manto de podredumbre agarrándote con fuerza. Lo primero que hice fue extraer una a una aquellas esquirlas que parecían atormentarte. Limé, pulí y lustré la superficie. Al acabar me hablaste. Me pediste que te trajera de vuelta a casa. Siguiendo tus indicaciones, te planté junto al tejo. Nunca he sentido tanta felicidad. Juré guardar el secreto. Hoy he vuelto como furtivo, un sibilino ocultando sus intenciones. Te he arrancado una rama y he huido sin despedidas, al amparo de un jirón de nube negra. He llegado a casa estremecido, el corazón palpitando reproches me atormenta. Te he colocado sobre la mesa de trabajo, te llamaré Pinocho.