597. EL PRISIONERO, de Bosque Milenario
Las primeras semanas de reclusión en aquella cabaña le parecieron una bendición; habían sido muchos los años que había pasado buscando un lugar donde las musas que inspiraban su obra literaria pudiesen visitarle sin miedo al ruido y el ajetreo de la gran ciudad, y finalmente parecía haberlo encontrado. Desde su llegada a aquel entorno natural privilegiado, su escritura ganó en agilidad y agudeza, haciendo que su producción literaria alcanzase cotas con las que nunca pudo soñar.
Seis meses después de su llegada a aquel recóndito paraje, comenzó a sentir las primeras señales de nostalgia. ¿Dónde habían quedado sus esporádicas escapadas al cine? Incluso llegó a echar de menos las molestas sirenas de las ambulancias; jamás lo hubiese creído posible.
Al cumplirse el primer año desde que tomase aquella decisión, tuvo el pleno convencimiento de que su editor debía estar buscándole como loco, ansioso por recibir el manuscrito prometido. Sin embargo, en aquel lugar inaccesible, alejado de las rutas transitadas, estaba completamente aislado, sin posibilidad de ser contactado. Ahora sabía que el bosque jamás le dejaría abandonarlo.