60. GUELMI Y LA LOMBRIZ, de Quercus
En un momento determinado me extrañó el silencio que se había hecho en el bosque de liquidámbar. No era habitual que los sonidos desapareciesen de esa forma tan brusca. Cansada de reptar le dije a Guelmi que me recogiera entre sus manos. La verdad, sentía algo de frio y me resultaba difícil estirar y encoger mi cuerpo. Guelmi me miró muy extrañado. Siempre me miraba de ese modo cuando no debía . Eso me desconcertó durante un tiempo. Ahora ya estaba acostumbrada. Me dormí entre sus dedos calentitos. Un fuerte golpe me despertó por la mañana. Guelmi tenia la costumbre de aplaudir cuando el sol asomaba por la montaña de Lanstribuck. Me lancé al suelo creyéndome casi aplastada. Miré hacia el horizonte. Tan solo vi una gran bota, de esas que calzan humanos enfadados. Me enterré rápidamente mientras el hocico de un perro orejudo intentaba absorber mis colores guardados. Pasados unos instantes vi como un dedo de Guelmi me rebuscaba e!
ntre las hojas. Me agarré a él- comenzamos a correr persiguiendo a una hoja muy roja que trataba de escaparse del bosque de la mano del viento. Absorbí su color y Guelmi la colocó en su lugar.
Bonita descripción de lo que sentiría una lombriz en un bosque.