61. DE VOTOS Y FORTALEZAS
Adalberto Ruipérez casose tiempo ha con Agapita Rebolledo, buena moza y mejor preparada para los deberes conyugales. Veíase en el pueblo, pero apenas decíase en voz baja en murmullos de mercado, lo desigual de su convivencia. Agapita, mujer fuerte, de anchos brazos y ánimo recalcitrante, pasábase el día cuidando los campos y la granja, de sol a sol como solía decirse, aunque fueran estas tierras más de cielo encapotado y lluvia persistente; mientras que, a Adalberto, podíase verle a casi toda hora frecuentando las tascas con el brillo opaco de la cerveza tras cada mirada. Los murmullos encontrábanse siempre con la fe cristiana como motivo de resignación pues lo sacramentado ante el Señor roto no podía ser. Y, en virtud a eso, pensaban que Agapita consentía.
Pero quiso la tentación que Adalberto, seguro de la docilidad de su esposa, quebrantara sus votos con una muchacha de cabello rizado y espigada figura. Y quiso la inevitabilidad de los pecados siempre transmitidos de boca en boca en pueblo pequeño, que Agapita se enterase. Adalberto descubrió aterrado, momentos antes de finar, que su mujer fuerte, de anchos brazos y ánimo recalcitrante sí podía molestarse y alzar hacha para algo distinto a cortar leña.
Una infidelidad y un desenlace atroz. No hace falta que lo cuente Shakespeare, el cronista rural que nos lo ha dado a conocer lo hace estupendamente. Por él sabemos que el campo puede fomentar brazos anchos, susceptibles de realizar cualquier tarea física. Un día, Adalberto y Agapita escucharon aquello de: «Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre», palabras que en nada especificaban que la separación pudiera ser de la cabeza y el tronco, y que la protagonista de la misma fuese una mujer y un hacha.
Un abrazo, Ignacio
Que al que corresponda, bravo Ignacio, os recompense el esfuerzo de hacernos llegar de tamaña y diestra manera la ejemplarizante historia del pobre e infeliz Adalberto Ruipérez y la digna y valiente Agapita Rebolledo, y que, a esta, Dios se lo perdone. Muy bueno. Saludos y suerte.
En esta convocatoria coincidimos en las características de los personajes y en la propia trama (ya lo comprobarás cuando publique, a final de semana), si bien, la calidad de tu narrativa es inigualable.
Mucha suerte, Ignacio.
Qué bueno Ignacio!
Genial el lenguaje y la trama. Ya se veía que la robusta Agapita valía para algo más que para cumplir los votos sacramentales esos.
Me gusta el relato y la manera tan peculiar de contarlo.
Felicidades enredadas en suerte.
Ignacio, bien contada esta historia tan singular. Suerte y saludos
Ignacio, la historia no es nueva, pero tu forma de narrarla, tu uso del lenguaje para evocar una atmósfera y trasladarnos a un paisaje, es absolutamente brillante.
Suerte y besos,