Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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62.- Las dos caras de un cristal

Siempre he creído que una estación es un principio, también un final. Elegí asiento en ventanilla, me fascina ver pasar la carretera.  La lluvia caía fina, gélida. En mis auriculares, Time, de Zimmer. Pegué la frente al frío y enorme cristal y entonces los vi, sentados en un banco al otro lado del patio de maniobras. La madre, cabizbaja, apretaba firmemente contra su pecho la mochila multicolor. A su lado, el niño, de no más de cinco años, sujetaba absorto un pequeño bocadillo al que no prestaba ninguna atención. Y empecé a pensar.  Tal vez esperaban al padre a su vuelta del trabajo. O tal vez ese padre subió hace tiempo a un autobús,  nuca más supieron de él y vuelven aquí cada tarde confiando en su regreso. O quizás…

Cuando aquel autobús arrancó levanté la cabeza y lo vi, alicaído, con la frente pegada al cristal de la ventanilla. Nos miraba, parecía triste y empecé a pensar. Tal vez marchaba a buscar trabajo fuera, o tal vez viajara para reunirse con su familia tras recibir una mala noticia. O quizás…  Animé a mi niño a terminarse el bocadillo. Le encanta merendar viendo cómo llegan y cómo parten los autobuses.

 

4 Responses

  1. Sucede que algunas veces, Álvaro, nosotros tenemos tanta imaginación (los que escribimos) y vemos tan claras las escenas que cogemos la pluma y obviamos por un momento que el que nos lee, no va a la misma velocidad de lo que han ido nuestros pensamientos. Así, la historia se queda un poco falta de información y se pierde algo de la calidad que podría tener si nos hubiéramos dado cuenta de ello a tiempo. Tu historia es como un bello paisaje en una fotografía, la puedes ver pero no la puedes disfrutar del todo porque no puedes terminar de meterte tan adentro como quisieras.
    Te dejo mi opinión porque estoy segura que podrías haberle sacado mucho más partido a tu historia de estaciones y nostalgias.
    Feliz día Álvaro.

    1. Alvaro Abad

      Pues mira que le dí vueltas… Puedo pecar de precipitación, lo sé. Soy inquieto y ansioso por naturaleza. Tu mensaje, Mercedes, me hace recapacitar. Tienes razón, pero sucede que cuando «enredo» demasiado en un relato, acabo por restarle frescura y la idea original termina maleada.
      Sigo aprendiendo y, por supuesto, agradezco enormemnte tu constructivo comentario. Un abrazo, y feliz día a tí también Mercedes.

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