634. SEÑAL, de Golondrina
Jamás se atrevió a contar a persona alguna, lo que le sucedía.
Su corta edad, su inexperiencia, la ausencia de su madre, la obligó a no confesar lo que iba a buscar cada día, en medio del bosque.
Ella siempre se sintió parte de él. En sus momentos difíciles o cuando alguna esporádica alegría la invadía, se escondía en el bosque, sola y buscando la protección que no encontraba en su hogar.
Se sentía acompañada por cada árbol, pájaro o animalito que se le cruzaba en el camino.
El día que su padre, feroz, la golpeó una vez más, huyo a su refugio y una voz la recibió, amparándola.
No veía a nadie, pero la voz que escuchaba le llegaba nítida, como una caricia suave, para su alma lastimada.
Busco a su alrededor la presencia de alguien, pero solo un búho dormido y algunas mariposas, le hacían compañía.
Pensó que no podía ser real, que alucinaba, cuando la voz le aseguró que la custodiaría siempre y la conduciría hasta la felicidad total, junto a su madre.
La púrpura del cielo se ocultó en el horizonte y los párpados de la niña se entrecerraron, llamando a las sombras.