64. La coleccionista de arenas
Lucía coleccionaba arenas. Arenas blancas de playas lejanas, arenas negras de tierras volcánicas, arenas claras y más oscuras. Las colocaba en frascos de cristal de diferentes tamaños y colores que repartía en una estantería situada en la entrada de su casa. Algunas las había recogido ella, pero la mayoría eran regalos de sus amigos. En lo alto de la estantería estaban dispuestas unas caracolas enormes, de esas que si acercas el oído puedes oír el mar.
Los días de buen tiempo, cuando los rayos del sol calentaban un poco, salía por la mañana a la terraza de su casa con un frasco y una caracola. Tomaba asiento en su butaca y repartía la arena en una bandeja que posaba sobre sus rodillas. Entonces con una mano aguantaba la caracola cerca de su oído, con la otra removía la arena y se dejaba acariciar por el sol. A la hora de comer se acercaba su madre a recogerlo todo y Lucía la seguía con la ayuda de su bastón blanco.
Con un título que es una preciosidad, nos presentas un personaje que, pese a su minusvalía, a la falta de un sentido tan importante como la vista, no deja de disfrutar de lo que más le gusta, aunque sea a distancia y con unos pocos elementos sacados del contexto al que pertenecen, que le ayudan a recrearse como si estuviese en una playa. La mente humana es muy poderosa, se puede disfrutar y hasta ser feliz con muy poco.
Un relato positivo y lleno de belleza, Ginette
Un abrazo y suerte
A saber qué recuerdos evocan esas arenas, esas texturas distintas, seguro que olores también. Precioso relato, Ginette.
Suerte y un abrazo,
Tienes una manera de explicar historias trágicas que hacen enternecer a cualquiera. Me gusta tu protagonista, me gusta su colección y me gusta tu prosa. Te deseo mucha suerte.