64. Vendo musa casi nueva (Patricia Collazo)
“Los pasos se perdieron en la noche silenciosamente, tercamente, subrepticiamente…” ¡Para! ¡Para! ¿Podrías dejar de sugerirme adverbios terminados en mente? ¿Acaso no sabes que eso es lo primero que le chirría a cualquier editor, a cualquier jurado, a cualquier lector con cierto criterio?¡No me lo tomaré tranquilamente! ¡No! Dime de quién son los pasos que se pierden. No quiero saber cómo sino de quién, tal vez por qué, pero no cómo. ¿Vale? No, no me estoy portando injustamente, ni exageradamente, ni siquiera violentamente. Pero puedo hacerlo. ¡Te lo aseguro fehacientemente! ¡Que no te lo diré ni mansamente, ni pepinillamente! ¿Sabes qué te digo? ¡Que te puedes coger vacaciones de aquí al siglo próximo! ¡Es más! ¡Estás despedida! ¡Sí! ¡Trumpmente!
La ira puede ser una reacción lógica ante una frustración. De una musa se espera que aporte esa idea que tendría que desembocar en una genialidad única, pero cuando no solo no sucede, sino que lo que susurra son inconveniencias y mediocridades, es lógico el enfado del escritor, a quien no se le facilita la llave para pasar de la mediocridad a la excelencia.
Breve, intenso y original.
Un abrazo, Patricia. Suerte
¡Muchas gracias, Ángel! Otro abrazo para ti.
Algunas veces, cuando buscamos una musa, terminamos en las musarañas, pero esta que ha venido al relato es aún peor porque envenena la mente. Lo que más me gusta del texto es ese diálogo interior (o griterío interior) en el que se ve el sufrimiento de quien busca dar con las frases perfectas. Con el ritmo y tono de las frases, podemos imaginar a esa persona tirándose de los pelos o arrastrando su cara hacia abajo con las manos. Me gusta ese enfado desesperado (y pepinillamente :-)). Suerte y abrazos, Patricia.
Creo que todos en algún momento hemos pasado por este tipo de enfado. Muchas gracias, Rafael. Por pasarte a leer y comentar. Un abrazo.