648. LA LAGUNA DE LA NOVIA, de Conejo
Ella estaba sentada al margen de un río, cerca del canal de la novia. Sara vivía en aquella pequeña casa en lo alto de la montaña del Ciervo, en medio de un frondoso bosque. Había escogido un lugar tranquilo que le permitiera pensar y escribir sus novelas.
Aquel día el otoño se había hecho presente. Las hojas ya amarillas se desprendían de sus ramas y bajaban al suelo en un baile de pasos y giros interminables hasta que tocaban tierra. Luego seguían su ritmo en danzarines en el suelo. Las aguas del río, cada vez más frías, arrastraban las que se atrevían caer en su cauce.
No sabía, a ciencia cierta el nombre del río, pero sabía que la parte que se anchaba, un poco más abajo, era llamara, “La Laguna de la Novia”.
Contaban las leyendas locales que, en siglos pasados, una doncella, prometida a un apuesto joven, había sido vendida por su padrastro a un señor de la corte. Después de la boda, se había fugado de la fiesta, antes de consumar el matrimonio, se había tirado a la laguna. Y como su vestido tenía muchas faldas, no pudo nadar para salvarse y murió ahogada.