65. El décimo día
Lamentó darse cuenta, más desconcertado de lo que quisiera reconocer, de que el amor no era suficiente para sentirse entretenido, aunque después de comprobarlo con sus propios ojos dejó de tener dudas. Era monótono, soporífero, desesperante y empalagoso, sobre todo muy empalagoso. Se le hacía inconcebible asumir su error, pero aún más insoportable se le hacía pensar que la vida iba a seguir siempre así, sin ningún aliciente ni esa pizca de tensión narrativa que ahora consideraba imprescindible. Y a pesar de que alguien acabase por echarle en cara su culpa y su escasa paciencia, pues al fin y al cabo era el único responsable de lo que sucedería, sin poder aguantar más tanta bondad y tanto aburrimiento, el décimo día creó la serpiente.
¡Y anda que no ha dado, y sigue dando, juego la dichosa serpiente!
Magnífico, tocayo. De libro.
Abrazo.
Mi madre tenía un refrán: «Cuando el diablo se aburre, con el rabo mata moscas». Cuando al Creador le llega el hastío, se le ocurre introducir un elemento discordante en la perfección que había construido, así todo puede ser más divertido para Él, otra cosa es las de sus criaturas, condenadas a trabajar con el sudor de su frente.
Breve y original. Las fábulas que han explicado el mundo bien pueden tener historias paralelas.
Un abrazo y suerte, Rafa
Querido tocayo: muchas gracias por tu generosa apreciación.
En cuanto a la serpiente, sí, hay que reconocer que algo de vidilla ha dado desde entonces.
Eso es, Ángel, la escritura nos permite soñar crear imaginar inventar todo tipo de fábulas para contar cualquier cosa. Es lo que se lleva haciendo desde tiempos inmemoriales.
Muchas gracias por tu presencia siempre tan agradable entretejida entre nuestros relatos.