664. LUMINISCENCIA SIN RASTRO, de Manantial Brumoso
Habíamos decidido hablar fuera de los lugares cotidianos. Necesitábamos otros aires. Quizás ser otros para seguir siendo juntos. A dos horas de carretera, nos desviamos a un poblado de nombre sugestivo. Este podía ser el sitio que transmutara nuestras posibilidades. Los lugareños nos contaron de apariciones y de sectas que iluminaban los puntos cardinales en sus rituales. No creímos sus cuentos. Durante la noche, vimos luces en las lejanías, en la profundidad del bosque. Nos adentramos impulsados por la curiosidad (un imán mágico). Ella cargaba una grabadora, en la que registraba lo que se le ocurría cuando no tenía material de escritura próximo. Al acercarnos, las luces danzaron. No sugerían ser velas, linternas o bengalas. Llegué a pensar que ahí no había persona alguna. Me pareció que era el ritual de seducción de una criatura nocturna, desconocida. Era una trampa. Cuando me giré para decirle que nos fuéramos, ella ya no estaba. El bosque volvió a oscurecerse y escuché un murmullo de viento, como de tormenta, que se alejaba. La llamé, pero mi voz estaba ahogada por el miedo y la confusión. Lo último que se reproducía en sus grabaciones parecía una despedida premeditada. Sé que no volverá.