67. Torrefacto
El descanso es a las diez, te sudan las manos, y las excusas se agotan. Respiras despacio, por un rato cambiarás los complejos y perfectos algoritmos de tu ordenador por un cortado, simple y descafeinado. Aumentas la dosis de azúcar.
“Maldito periodo de adaptación de los críos, ¿cuándo se acabará?” escupirías un “nunca” pero te callas. De los últimos coletazos de fiestas y juergas juveniles “¿alguna vez se centran?” remueves tu bebida mientras las espumitas de leche naufragan en el remolino oscuro que va in crescendo aunque tú procuras que el palito, mástil en la tormenta, permanezca vertical.
Te lo tragas todo, junto con las voces de tus compañeros, la megafonía y el hilo musical, y sientes que aumenta el torrente y baja hasta quemarte las tripas. Aprietas los dientes para no vomitar, recuerdas que lo que no mata, engorda y lo que no engorda no sabe a nada. Que vivir es tragar: café, leche, azúcar.
Y estrujas el vasito, lo lanzas al cubo de reciclaje, ves su pegatina “dame otra vida”. Ojalá, piensas, y que llueva café.
						
						

Muy buena descripción de la pausa de un profe de un instituto o colegio.Me encanta la imagen del palito como mástil en la tormenta. Y totalmente de acuerdo con que lo que no engorda no sabe a nada. Muy bueno. Un saludo y suerte!
Hay que tener mucha paciencia y buen hacer para dirigir a unas promesas en formación que necesitan que alguien les centre, realmente es algo vocacional, que pero por mucha buena disposición que se tenga, cualquiera puede tener sus bajones.
Cuánto tiempo sin leerte, Mel.
Un abrazo, suerte con este relato y ánimo y gracias por el Monstruoscopio
Desde luego, la docencia es una profesión que desgasta, y más con adolescentes. Tu tú usas la pausa del café para contarlo en pocas palabras.
A mí también me gusta el símil del naufragio en el vasito del café, con el palito aguantando contra viento y marea.
Un abrazo y suerte.
Pues ya tiene que ser grave la fobia al momento café para ser peor que aguantar a los alumnos al principio de curso. Ja ja ja.
Más agotadores que los propios alumnos, le resultan los comentarios de los profesores/compañeros a tu protagonista. Probablemente por repetidos y porque representan un hartazgo de algo que ya deberian tener normalizado: los adolescentes son iguales en todas las épocas. Tu protagonista parece querer mantenerse a flote frente al naufragio generalizado de las vocaciones docentes y más que a los alumnos, su fobia se dirige al resto de profesores (o asi me lo ha parecido). Y que llueva café, Mel.
Abrazos