694. EL VIEJO ROBLE, de Castaño 4
Recuerdo aquellas tardes de estío de mi infancia en las que salía a pasear con mi abuelo por los caminos del pueblo. Todas ellas terminábamos bajo la sombra del viejo roble. Impasible a los años se mantenía erguido estirando sus brazos que daban buen cobijo en días de sol. Mi abuelo me contaba que cuando él era niño iba con su abuelo a merendar bajo el árbol. Allí sentados en la hierba engañaban el hambre antes del regreso al hogar. Y mi abuelo me narraba que su abuelo le decía que también pasaba el final de las tardes de verano bajo el gran roble con su abuelo.
Ahora soy yo quien de la mano de mi nieto contemplo el roble, que sigue impasible al paso del tiempo.