695. OTOÑO, de Castaño 4
En esas tardes de otoño, cuando el paisaje se vuelve ocre y dorado es cuando me gusta pasear por los senderos del recuerdo. Con los cantos de los pájaros como sintonía camino sumida en mis pensamientos. El borde del camino se tiñe de hongos que aparecen tras la lluvia previa y entre marrones asoman las últimas flores como pequeñas pinceladas violetas. Las ramas de los árboles que me rodean, que me envuelven en un abrazo, van desnudándose como los amantes en la noche oscura. La silueta de sus ramas solitarias recortan el cielo plomizo. Es entonces cuando el viento suele azotar repentino y es entonces cuando me uno al baile con los danzantes arbóreos.
La nostalgia aparece camuflada entre los arbustos y se disfraza de musgo verde en los troncos. Bajo las piedras encuentro la melancolía que me acompaña por un rato y en la orilla del riachuelo que cruza el valle contemplo sus aguas cargadas de añoranza. Me siento un momento disfrutando de la soledad que me rodea para volver a mis senderos del recuerdo.