696. SILENCIO, de Castaño 4
Empezaba a oscurecer y la emoción me embargaba con el paso de los minutos. Sentada sobre la verde hierba contemplaba el horizonte desde lo alto de un claro del bosque tupido. El sol iba escondiéndose dando paso al ocaso del día. Llevaba unas horas preparando todo. Esa noche por fin la pasaría sola en el bosque, rodeada de naturaleza. Era un sueño que tenía desde niña, acampar en mitad del silencio de la noche con más compañía que las estrellas en el cielo y la luna si había suerte.
Había pasado la tarde montando la tienda, preparando el saco, almacenando las provisiones de alimento y respirando aire fresco.
Cuando los últimos rayos de luz se despidieron no pude reprimir una sonrisa en mis labios. Miré a mi alrededor y salté de alegría. Encendí el candil y escuché. ¿Silencio? No exactamente, podía escuchar los búhos, el crujir de las ramas, el viento en las hojas y hasta mi respiración, pero nunca había sentido una paz tan relajante en mi interior como aquella noche que pasé en vela disfrutando cada segundo, cada parpadeo de mis ojos con las pupilas dilatadas no queriendo perderse detalle.