698. REDENCIÓN, de Níscalo
Después de su revelación, Antonio dejó la ciudad para encontrar la paz. Nada mejor que un bosque perdido en la Asturias de sus padres y abuelos. Pocas reformas hicieron falta a la caseta abandonada, ahora podía vivir con poco.
Al bosque no le faltaban historias, lo descubrió al poco de mudarse. Brujas, gnomos, animales mitológicos e incluso espectros poblaban aquel vasto monte cubierto de árboles. Seguramente, el morbo que tales historias generaba era el origen de las mismas, porque donde hay morbo hay gente. Antonio se hizo fanático de esas historias, de todas pero sobretodo de una, la de la bruja María.
Aquella bruja bienhechora, muerta por la inquisición, merodeaba el bosque en busca de redención. “Que bueno sería que algo así fuera real,” decía para sí Antonio en sus paseos por los pinares. Él también necesitaba una voz que lo escuchara, el también necesitaba redención.
Y el sueño se hizo real una noche de luna. Nunca se lo contó a nadie. Hoy dicen en los pueblos cercanos al bosque que se sabe porque Antonio, aunque duerma en su cabaña, aparece en los bares y cuenta su historia a todos aquellos que, perdidos en la bebida, también buscan redención.