70. EL ÁTICO
Nuestro edificio está organizado por edades. Así, en el bajo habitan unos jóvenes aún púberes. En el primero, una pareja de recién casados llena las noches de fogosos jadeos. Ascendiendo encontramos a una familia con dos niños pequeños y un caniche. Encima de ellos, un matrimonio convive con su hijo adolescente quien, de cuando en cuando, propina algún que otro portazo que hace ladrar al perro que vive debajo. En el cuarto, un matrimonio a las puertas de la jubilación cuenta los días para que su hijo, cumplidos los cuarenta, se independice pronto. Estos soportan el alto volumen del televisor de la anciana de la planta quinta, que no tolera el sonotone y se despacha a gusto con la tecla del volumen de su mando a distancia, cuando ve la novela y las noticias. Yo vivo en el sexto, y más arriba, al ático, no hemos subido nunca. Acaso atisbamos los movimientos de las persianas que suben y bajan o aguzamos el oído cuando, en las noches de luna llena, ese sonido que desciende y se cuela dentro de nuestras casas, nos hiela la sangre.
Muchos de nosotros podríamos vernos reflejados en cada una de esas etapas vitales, a excepción de la última: la de ese enigmático habitante del ático que parece haber traspasado los límites conocidos por los vivos y que da bastante miedo. También transmite cierto misterio la persona del sexto, aunque de momento parece estar viva y lúcida. Mucha suerte con este relato tan grato y sugerente, Yolanda. Un abrazo.
Muchas gracias, Enrique. Un abrazo.
Madre mía, da un poco de yuyu ese ático!
Buena organización la del edificio y muy bien contado, con relaciones entre pisos incluídas.
Por cierto, ¿quién es el habitante del sexto? Será un mega-anciano, no?
Simpático relato y muy ágil de leer!
Un beso,
Carme.
Me alegra que te guste. Gracias por comentar.
Muy chula, la sucesión de pisos por edades, y muy realistas los inquilinos de cada uno. Yo tendría que instalarme en una entreplanta entre el 3º y el 4º, jejeje.
Y en cuanto al ático, ¡qué miedito! Yo que vosotros, seguiría sin subir por allí, por si acaso.
Un besazo y mucha suerte.
Sí, mejor dejar el ático lejos.
Gracias por conentar.
Los seres humanos no hacemos sino replicar lo que somos allá donde vamos y estamos, de ahí la globalización, que todas las ciudades cada vez se parezcan más, como también se nos asemejan los hogares en los wue vivimos, auténticas prolongaciones de nosotros mismos. También un bloque de edificios puede compararse a las fases de la vida, como tú tan bien has descrito, rematándolo de forma magistral con el ático, ese final que se nos escapa, del que quisiéramos saber más y tanto miedo nos produce.
Un abrazo y suerte, Yolanda.
Ángel, no deja de sorprenderme la perspicacia en tus interpretaciones, siempre son certeras.
Un lujo recibir tus comentarios.
Un abrazo.
¿Serán fantasmas de antiguos moradores que no se pueden ir por asuntos pendientes? Hacéis bien en no subir, no sea que… Mucha suerte para ti, Yolanda.
Es ese ático habita quién el lector coloque es su imaginación, pero mejor no llamar a esa puerta.
Un abrazo, Paloma.
La eterna pregunta ya no es «¿qué hay después de la merienda?», si no «¿quién vive en el ático?».
Un relato muy visual y con un narrador enigmático, cuya voz resulta mucho más joven de lo que le correspondería como habitante del sexto piso.
Un abrazo y suerte
¡Por todas las diosas, vaya jugada del autocorrector!. Donde dice «merienda» debería decir «muerte». Me parece que mi móvil tiene un extraño sentido del humor.
Jeje no te preocupes Rosalía, nos pasa a todos al teclear.
Gracias por comentar.
Ese ser inmortal que en breve aullará en ese bloque de la Rue del Percebe , es dibvertido a la paz que costumbrista. Suerte Yolanda Auuuuu!!!!
Gracias, maestro.
Un abrazo.
En mi casa de dos plantas hemos construido un ático en el tejado, al que le llamamos «Áticus», pero es una zona llena de vida las noches de verano y los días soleados del resto del año. No se parece, ni por asomo, al ático del bloque de vecinos de la Rue del Percebe (como dice Manuel) de tu misteriosa última planta. Curioso bloque de vecinos.
Nos leemos
Mejor que tu ático no se parezca al del relato…
Gracias por comentar Isabel C.
Una buena metáfora de la vida. Llegar al ático produce incertidumbre y has un poco de miedo.
Un abrazo y suerte!
Así es, Paz.
Un abrazo.