72. Segunda oportunidad
La primera vez que mis isquiotibiliales me empujaron hacia atrás no le di importancia, lo achaqué al cansancio de las jornadas interminables para hacerme un hueco en la empresa tecnológica más importante del país. La segunda vez, dejé con la palabra en la boca al promotor inmobiliario que me iba a vender el ático con el que todo triunfador soñaba, mientras yo me alejaba acera atrás. Lo peor llegó cuando empecé a caminar marcha atrás dejando plantada en el altar a Cuca, ante la mirada atónita de los cientos de invitados de la alta sociedad que se habían congregado para asistir a la boda del año. La cosa fue a peor y se hizo crónica mi forma de caminar. Decidí echar tierra de por medio, huyendo de curiosos y maledicentes que creían que no era más que una impostura para llamar la atención. Dejé que mis piernas retrocedieran libremente y decidieran dónde llevarme: me devolvieron a la aldea, a la casa donde me crié, al momento en que partí. Fue entonces cuando empecé a andar hacia delante, como si nunca me hubiese marchado.
Hola esperanza:
Creo que todos deberíamos aprender a caminar hacia atrás. Está claro que a tu protagonista el éxito y el dinero no le hacen feliz, y el cuerpo, que es sabio, ha buscado el camino correcto.
Muy original. Enhorabuena