73. Atlántico de por medio (Patricia Collazo)
No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió
(Joaquín Sabina)
Mi hijo Juan nació en la vida que dejé en Buenos Aires cuando marché huyendo de la dictadura. En ese entonces tonteaba con el que habría sido su padre y que, de haberme quedado, se hubiera convertido en mi esposo.
Aquí, en España, tuve una niña que habla con acento gallego, aunque de vez en cuando se le cuele algún deje argentino contagiado de su mamá.
Mi hija es morena y tiene unos rizos exactos, como de anuncio de champú, que me transportan a mis vacaciones infantiles en Mar del Plata, con esa prima que se quedó del lado de la historia en el que le tocó morir defendiendo ideales.
Sé que Juan tendrá ahora casi treinta. Que será hincha fanático de Boca y adorará las pizzerías de la Avenida Corrientes. Puede que le guste la cumbia, y aborrecerá el tango, como todos los jóvenes. Hace falta tener más de cincuenta para empezar a entenderlo. Para soñar con Volver y malcriar a los nietos argentinos que Juan me dará y llevarlos al ItalPark, el parque de atracciones cerrado desde hace años, pero que abriría sus puertas para nosotros, si mi padre me cogiera de la mano una última vez.
Patricia, qué bonito, esas tres generaciones separadas por un océano y una dictadura, y esa narradora que ansía Volver. Me parecen personajes de En abril especialmente. ¿Para la segunda parte, quizás?
Un abrazo y suerte.
Emigrar a otro país en busca de un futuro mejor pueda parecer dejar atrás un mundo negativo y solo eso, pero nunca nada es blanco o negro del todo; la infancia, además, como dijo Rilke, es «la verdadera patria del hombre», con independencia de naciones. Por episodios desdichados que haya podido haber, más si se compara con la de otros con mejor fortuna por su origen, es una época asociada a sensaciones placenteras de despreocupación y descubrimiento, como la de una niña con su abuelo en un parque de atracciones. Aunque ninguno de los dos existan físicamente, las ilusiones que dejan huella siempre se mantienen vivas.
Un abrazo y suerte, Patricia.