73. Salta
Un agujero negro circunda mi cama como si de un foso de cocodrilos se tratara. Hace unos días intenté salir, me pareció haber dejado de escuchar el rugir de su profundidad ilimitada. Pero cuando me asomé, unos ojos clavaron su mirada en los míos y, aterrado, me escondí bajo el edredón. Tapé mis oídos, pero seguía escuchando su risa maléfica, así que canté fuerte, muy fuerte, por aquello de espantar el mal.
Se ha movido, ahora está en la puerta de la habitación, nadie puede entrar. Cuando lo intentan les grito que ni se les ocurra o caerán al infinito, se perderán para siempre. Lloran, supongo que a ellos también les aterra.
Creo que nos hemos hecho amigos, es lo que tiene la convivencia. Hay días en los que me permite caminar sobre él como levitando. A cambio, yo le dejo arroparme por las noches. Es entonces cuando me susurra al oído que todo va a ir bien, que puedo volar, que lo intente. Siempre deja la ventana abierta y yo miro las estrellas, quizás tenga razón, quizás huir de todo sea tan fácil como saltar a ese otro vacío del que sí veo el final.
El paso de levantarse de la cama y comenzar un nuevo día para algunas personas puede ser arduo, equiparable con caer en un abismo, donde espera un engendro con las peores intenciones. Pese a todo, dicen que el ser humano es capaz de adaptarse a cualquier situación, incluso a vivir en un mundo propio en el que no parece haber más salida que terminar con todo saltando por una ventana. Es probable que lo que teme tu protagonista, en realidad, sea afrontar su vida
Un relato sobre la mente, nuestro mejor aliada cuando sabemos gobernarla, como también la peor enemiga cuando parece actuar por iniciativa propia.
Un abrazo y suerte, Bea
Uno de los alicientes de escribir aquí es recibir tus comentarios y análisis a nuestros textos. Muy acertado, Ángel, muchas gracias por comentar y suerte también para ti 😘