74. Eterna juventud
En el momento en el que Silvia atravesó la puerta del geriátrico, el cuerpo de Ernesto entró en erupción. Cuando cruzaron sus miradas, un temblor imperceptible en sus andadores sugirió lo que comenzaba a hervir en sus adentros. Conscientes de que a sus edades el tiempo corría más deprisa, se dedicaron a amarse sin preámbulos en los primeros escondites que encontraban: bajo la sombra de los naranjos del patio, en el rellano de la escalera, dentro del confesionario de la capilla. Los residentes se acabaron acostumbrando a aquellos encuentros furtivos, e incluso se convirtieron en sus cómplices cubriéndolos cuando las monjas, con el alma avergonzada, iban a separarlos por tal muestra de pecado entre aquellas benditas paredes. Les propusieron casarse ante los ojos de Dios, pero ellos declinaron la oferta seguros de que, debido a las penurias pasadas en sus vidas, Dios nunca se había parado a mirarlos.
Las arrugas de la piel, al igual que las de sus corazones, iban desapareciendo cuanto más entrelazaban sus cuerpos, hasta que llegaron a ser irreconocibles. Los expulsaron por ser unos extraños que atentaban contra el decoro. Los residentes hacen el amor unos con otros desde entonces, y cada día van quedando menos.
A la gente no hace falta animarla para determinadas actividades, ya del todo motivadoras de por sí. Si a ello se une que además rejuvenecen, es inevitable vaticinar un aumento exponencial de las mismas.
Las vacunas están recuperando, poco a poco, la normalidad perdida, para bien de la Humanidad, pero no hay suero que sustituya una determinada acción conjunta que volvería a insuflar fuerza y dinamismo a los organismos gastados por los años, además de disminuir el gasto en pensiones y sanidad, aparte del natural disfrute, todo ello sin gasto adicional.
Un original ejercicio de imaginación que nos hace envidiar y desear que pudiera llegar a ser cierto.
Un abrazo y suerte, Pablo
Muchísimas gracias por tu sabio comentario, mi querido Ángel.
En estos momentos difíciles que estamos viviendo, en los que nuestros mayores lo están pasando tan mal, no solo por el miedo al virus, sino por las circunstancias que hacen que estén más tristes y solitarios, creo que necesitan más amor que nunca. Es una terapia que nunca falla para alegrar corazones.
Como bien sabes, amigo, ya lo cantaban los Beatles: «All You Need Is Love».
Un fuerte abrazo.
Pablo, muy imaginativa tu historia, y esperanzadora, para quienes desean y necesitan recobrar la ilusion.
Suerte y saludos
Muchas gracias, Calamanda. La esperanza es el motor de nuestras vidas y hay que agarrase a ella. Como le he dicho a Ángel, con amor es todo más fácil y los corazones respiran mejor. ¡Qué nunca perdamos la ilusión!
Un beso fuerte.
Pablo, por favor, pasa la dirección de la residencia esa donde se «curva» el amor-tiempo que me la apunto para dentro de unos años, jajaja.
Original historia… quién iba a decir que la eterna juventud sería tan fácil de conseguir.
Un beso.
Carme.
Jajajaja. No te preocupes, Carme, que en cuanto sepa la dirección te la paso. Creo que nos vamos a encontrar allí muchos.
Un beso bien fuerte.
El amor y la pasión son la mejor vitamina para vivir. ¡Bravo por ese encuentro , por ese cruce de miradas y demás…Mucha suerte, Pablo por esta propuesta tan revitalizadora. Besucos.
Has dado en el clavo, María José: el amor y la pasión es una vitamina que puede curar todo. Además rejuvenece nuestros corazones, y cuando esto pasa todos nos volvemos más jóvenes quitándole la razón a nuestra edad biológica.
Muchísimas gracias por tu comentario.
Un besazo fuerte.