74. TOMAR LAS RIENDAS
Desde que mamá voló una noche de abril tras su sueño de ser artista, Toñín se hace pis en la cama, Carlota va al colegio sin peinar y con los zapatos al revés y las botellas de whisky del mueble bar desaparecen entre piedras de hielo en el vaso de papá. Dejé el instituto el día en que me enteré, por la casera, que debíamos más de un año de alquiler y el desahucio ya estaba en el juzgado, así fue como descubrí que papá había perdido su trabajo pero seguía saliendo todas las mañanas aparentando que lo tenía. He encontrado varios trabajillos de extranjis, gracias a ellos vamos tirando. Papá no pregunta, tiró la toalla hace tiempo, solo le escucho llorar cada noche mientras peino a mis muñecas y les cuento que el jefe es un fresco y aprovecha cualquier situación para rozarse conmigo y que me ha prometido pagar el alquiler si me vuelvo más cariñosa con él. Carlota y Toñín están muy contentos porque les voy a comprar ropa nueva. Ayer hasta pude comprar filetes de ternera para comer. Hoy las macetas de la cocina están volviendo a florecer.
Me encanta esa niña adulta tomando las riendas de su familia desangelada.
Me gusta tu historia. Una valiente que toma las riendas de una situación familiar muy difícil, dejando por el camino su «inocencia» y su futuro al abandonar sus estudios y ponerse a trabajar. Esa amargura solapada por los filetes y el revivir de las plantas nos la haces llegar con nitidez. Enhorabuena, Esperanza. Un saludo.
Esta si que es una heroína, más creíble que los de las capas y los calzoncillos por fuera. El título le viene que ni pintado. Está muy bien dibujada la psicología del personaje, sus pensamientos y esa naturaleza madura, aunque todavía se perciben en ella destellos de niña, como ese whisky que desaparece entre piedras de hielo.
La situación familiar es dramática, sin duda; del trato denigrante del jefe mejor no hablar, pero todo el relato parece impregnado de una vitalidad sana que convierte ese drama en una lectura amena, sin dejar de ser honda.
Un abrazo grande, Esperanza. Suerte
Cuentas la historia de una niña adulta, Esperanza, que conmueve. Me temo que hay muchas en la realidad de nuestro mundo. Es un buen retrato de una sociedad decadente, en la que una niña tiene que dejar de serlo para encargarse de, ni más ni menos, llevar las riendas de una familia.
Un fuerte abrazo.
Me encanta la última frase. Precioso cierre
Una propuesta dura, intensa. Me ha gustado mucho tu heroína, Esperanza.
Besos.
Una gran superheroína y un cabrón de jefe menuda mezcla, y esa mezcla de ingenuidad y madurez para sacar adelante esa situación. Suerte Esperanza.